La cardiopatía reumática es una enfermedad crónica del corazón con mucho impacto en la población, aunque su prevalencia es mayor en países con recursos limitados. Esta afección, derivada de una complicación de la fiebre reumática, puede tener consecuencias graves para la salud cardiovascular si no se diagnostica y trata a tiempo. ¿Quieres conocer las causas, los síntomas y los tratamientos disponibles para la cardiopatía reumática, así como estrategias para prevenirla y evitar sus complicaciones.? También analizaremos su impacto en la calidad de vida de los pacientes y su relación con otras enfermedades.
Las enfermedades cardiovasculares son la principal causa de mortalidad global, es fundamental conocer más sobre la cardiopatía reumática y cómo afecta al corazón. Además, comprender su origen, vinculado a una infección estreptocócica, puede ayudar a concienciar sobre la importancia de un diagnóstico temprano y de la correcta administración de antibióticos para evitar que una afección inicialmente leve evolucione hacia una enfermedad crónica. ¿Qué medidas podemos tomar para proteger nuestro corazón de esta enfermedad? ¿Cómo podemos apoyar a quienes ya conviven con ella?
¿Qué es la cardiopatía reumática?
La cardiopatía reumática es una enfermedad cardíaca crónica causada por daños en las válvulas del corazón como resultado de un episodio de fiebre reumática aguda. Esta última, a su vez, es una complicación de una infección por el estreptococo del grupo A, comúnmente conocido por causar faringitis estreptocócica o amigdalitis bacteriana.
Cuando el sistema inmunitario responde a la infección estreptocócica, puede atacar por error los tejidos sanos del cuerpo, incluidos el corazón, las articulaciones, la piel y el sistema nervioso. Este fenómeno, llamado reacción autoinmune, puede producir inflamación en el corazón y dañar sus válvulas, especialmente la mitral y la aórtica. Con el tiempo, estas válvulas pueden estrecharse o no cerrar correctamente, lo que afecta la función normal del corazón.
La cardiopatía reumática es más común en niños y adolescentes de entre 5 y 15 años, pero sus efectos pueden manifestarse años después, especialmente si no se aborda a tiempo. En muchos casos, la enfermedad progresa silenciosamente, lo que la convierte en un problema subestimado en términos de salud pública.