Cuando los resultados de una analítica muestran que las transaminasas están altas o elevadas, es normal que salten las alarmas. No todo el mundo sabe qué son exactamente, ni qué significa que estos valores se salgan del rango considerado normal. ¿Tiene que ver con el hígado? ¿Implica algo grave? ¿Es algo puntual o requiere tratamiento?
Las transaminasas son enzimas relacionadas con el funcionamiento del hígado, aunque también se encuentran en otros tejidos del cuerpo. Su alteración puede deberse a múltiples causas: desde algo tan sencillo como haber tomado un medicamento reciente hasta una inflamación hepática más seria. Por eso, interpretarlas correctamente no depende solo del número, sino del contexto.
Entender qué papel juegan, cuándo hay que preocuparse y qué pasos tomar si aparecen elevadas es clave para cuidar la salud hepática y prevenir problemas mayores. A veces basta con revisar algunos hábitos; otras, conviene investigar más a fondo. Pero lo más importante es no dejarlo pasar por alto.
¿Qué son las transaminasas y por qué se analizan?
Las transaminasas son enzimas presentes de forma natural en varias partes del cuerpo, aunque su mayor concentración se encuentra en el hígado. Su función principal es intervenir en el metabolismo de los aminoácidos, un proceso esencial para que las células puedan producir energía y funcionar correctamente. Son una especie de “herramienta bioquímica” del organismo, necesarias para muchas reacciones que tienen lugar dentro de las células.
Existen varios tipos, pero en los análisis de sangre habituales se miden sobre todo dos:
- ALT o GPT (alanina aminotransferasa): se encuentra casi exclusivamente en el hígado, por lo que su elevación suele estar directamente relacionada con algún tipo de alteración hepática.
- AST o GOT (aspartato aminotransferasa): aunque también se localiza en el hígado, está presente en otros tejidos como el corazón, los músculos o los riñones, lo que hace que su interpretación requiera un contexto clínico más amplio.
Estas enzimas no circulan de forma libre en la sangre en grandes cantidades. Cuando lo hacen, es porque algo ha provocado que las células que las contienen se rompan o se inflamen. Ese “algo” puede ir desde un proceso inflamatorio leve hasta enfermedades más serias, por lo que su medición resulta muy útil como marcador de salud hepática.
Analizar las transaminasas es una práctica muy común en los chequeos médicos. Ayuda a detectar de forma precoz si el hígado está funcionando correctamente o si puede estar afectado por alguna causa: una dieta inadecuada, medicamentos, infecciones, alcohol o incluso estrés físico.
En resumen, son un indicativo fiable, aunque no definitivo, que orienta al médico sobre cómo está el estado del hígado y si conviene investigar más a fondo.
¿Qué significa tener las transaminasas altas?
Una alteración leve y puntual de estos valores no siempre implica que exista una enfermedad. De hecho, es relativamente habitual encontrar una elevación moderada en personas sanas, especialmente si han tomado medicación reciente, han realizado ejercicio físico intenso o han pasado por una infección común.
Los valores normales suelen estar por debajo de:
- 40–50 U/L en adultos, dependiendo del laboratorio.
Pero la clave no está solo en el número. Es importante tener en cuenta:
- Si los niveles han subido mucho respecto a análisis anteriores.
- Si existen síntomas como fatiga, dolor abdominal o coloración amarillenta en la piel o los ojos.
- Si hay antecedentes personales o familiares de enfermedades hepáticas.
Todo esto ayuda al médico a interpretar mejor el resultado y decidir si es necesario hacer un seguimiento más detallado.