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Transaminasas altas: cómo cuidar tu salud hepática

viernes, 2 de mayo de 2025

Cuando los resultados de una analítica muestran que las transaminasas están altas o elevadas, es normal que salten las alarmas. No todo el mundo sabe qué son exactamente, ni qué significa que estos valores se salgan del rango considerado normal. ¿Tiene que ver con el hígado? ¿Implica algo grave? ¿Es algo puntual o requiere tratamiento?

Las transaminasas son enzimas relacionadas con el funcionamiento del hígado, aunque también se encuentran en otros tejidos del cuerpo. Su alteración puede deberse a múltiples causas: desde algo tan sencillo como haber tomado un medicamento reciente hasta una inflamación hepática más seria. Por eso, interpretarlas correctamente no depende solo del número, sino del contexto.

Entender qué papel juegan, cuándo hay que preocuparse y qué pasos tomar si aparecen elevadas es clave para cuidar la salud hepática y prevenir problemas mayores. A veces basta con revisar algunos hábitos; otras, conviene investigar más a fondo. Pero lo más importante es no dejarlo pasar por alto.

¿Qué son las transaminasas y por qué se analizan?

Las transaminasas son enzimas presentes de forma natural en varias partes del cuerpo, aunque su mayor concentración se encuentra en el hígado. Su función principal es intervenir en el metabolismo de los aminoácidos, un proceso esencial para que las células puedan producir energía y funcionar correctamente. Son una especie de “herramienta bioquímica” del organismo, necesarias para muchas reacciones que tienen lugar dentro de las células.

Existen varios tipos, pero en los análisis de sangre habituales se miden sobre todo dos:

  • ALT o GPT (alanina aminotransferasa): se encuentra casi exclusivamente en el hígado, por lo que su elevación suele estar directamente relacionada con algún tipo de alteración hepática.
  • AST o GOT (aspartato aminotransferasa): aunque también se localiza en el hígado, está presente en otros tejidos como el corazón, los músculos o los riñones, lo que hace que su interpretación requiera un contexto clínico más amplio.

Estas enzimas no circulan de forma libre en la sangre en grandes cantidades. Cuando lo hacen, es porque algo ha provocado que las células que las contienen se rompan o se inflamen. Ese “algo” puede ir desde un proceso inflamatorio leve hasta enfermedades más serias, por lo que su medición resulta muy útil como marcador de salud hepática.

Analizar las transaminasas es una práctica muy común en los chequeos médicos. Ayuda a detectar de forma precoz si el hígado está funcionando correctamente o si puede estar afectado por alguna causa: una dieta inadecuada, medicamentos, infecciones, alcohol o incluso estrés físico.

En resumen, son un indicativo fiable, aunque no definitivo, que orienta al médico sobre cómo está el estado del hígado y si conviene investigar más a fondo.

¿Qué significa tener las transaminasas altas?

Una alteración leve y puntual de estos valores no siempre implica que exista una enfermedad. De hecho, es relativamente habitual encontrar una elevación moderada en personas sanas, especialmente si han tomado medicación reciente, han realizado ejercicio físico intenso o han pasado por una infección común.

Los valores normales suelen estar por debajo de:

  • 40–50 U/L en adultos, dependiendo del laboratorio.

Pero la clave no está solo en el número. Es importante tener en cuenta:

  • Si los niveles han subido mucho respecto a análisis anteriores.
  • Si existen síntomas como fatiga, dolor abdominal o coloración amarillenta en la piel o los ojos.
  • Si hay antecedentes personales o familiares de enfermedades hepáticas.

Todo esto ayuda al médico a interpretar mejor el resultado y decidir si es necesario hacer un seguimiento más detallado.

Causas frecuentes de transaminasas elevadas

Encontrar transaminasas por encima de los valores normales puede tener múltiples explicaciones, y no siempre implica una enfermedad grave. De hecho, una parte importante de los casos responde a situaciones reversibles y muy comunes. Lo esencial es interpretar ese dato dentro del contexto clínico de cada persona: sus síntomas, hábitos de vida, medicación o antecedentes.

Una de las causas más frecuentes hoy en día es el hígado graso no alcohólico (esteatosis hepática), muy relacionado con el sobrepeso, el sedentarismo y una alimentación desequilibrada. Es una de las primeras señales de que el hígado está acumulando grasa y puede estar comenzando a inflamarse.

Otra causa habitual es el consumo de alcohol, incluso en cantidades moderadas pero mantenidas en el tiempo. El alcohol tiene un efecto tóxico sobre las células hepáticas, que a largo plazo puede generar inflamación y daño estructural.

Los medicamentos también pueden estar detrás de una elevación de las transaminasas. Antibióticos, antiinflamatorios, paracetamol o incluso productos naturales como algunos suplementos pueden alterar la función hepática si se toman en exceso o durante periodos prolongados.

También es importante tener en cuenta las infecciones víricas, especialmente las hepatitis A, B o C, que atacan directamente al hígado y provocan una respuesta inflamatoria aguda o crónica.

Otras situaciones que pueden explicar esta alteración son:

  • Ejercicio físico muy intenso, sobre todo si no es habitual, ya que puede dañar fibras musculares y liberar enzimas al torrente sanguíneo.
  • Trastornos musculares o cardíacos, como miopatías o infartos, especialmente si la enzima AST está más elevada que la ALT.
  • Ayuno prolongado, dietas extremas o cambios bruscos de peso, que pueden afectar al equilibrio metabólico del hígado.

Por todo esto, una elevación de transaminasas no debe interpretarse como un diagnóstico por sí sola, sino como un punto de partida. El médico valorará si se trata de un hallazgo puntual o persistente, y si se necesitan más pruebas o simplemente un control en el tiempo.

¿Cuándo hay que preocuparse de verdad?

No todas las elevaciones requieren una actuación inmediata, pero hay señales que indican que es necesario prestar más atención. Por ejemplo:

  • Cuando los niveles superan cinco veces el valor normal.
  • Si hay síntomas como cansancio extremo, fiebre, pérdida de apetito, náuseas o ictericia.
  • Cuando se mantiene la alteración en el tiempo, a pesar de repetir la analítica.

También se considera preocupante si la persona tiene otros factores de riesgo, como antecedentes de enfermedad hepática, consumo habitual de alcohol o un uso prolongado de ciertos medicamentos.

En esos casos, lo recomendable es acudir al médico y valorar si se requieren pruebas de imagen o derivación al especialista. El objetivo es descartar problemas más serios y actuar a tiempo si fuera necesario.

¿Qué pruebas se suelen hacer para estudiar esta alteración?

Una vez que se detectan transaminasas elevadas, el primer paso suele ser una evaluación clínica completa. Esto incluye conocer los antecedentes médicos, revisar los medicamentos actuales y preguntar por síntomas específicos. Además, se suelen pedir pruebas complementarias como:

  • Ecografía abdominal, para observar la estructura del hígado y otros órganos vecinos.
  • Perfil hepático completo, con análisis de bilirrubina, GGT, fosfatasa alcalina, y otros marcadores.
  • Serologías víricas, que permiten descartar hepatitis.

Si con estas pruebas no se obtiene una causa clara, pueden ser necesarias otras más específicas, como estudios autoinmunes, análisis genéticos o, en casos muy seleccionados, una biopsia hepática. Todo depende del contexto y de la evolución de cada caso.

¿Se pueden bajar las transaminasas? ¿Cómo?

Sí, en la mayoría de los casos, las transaminasas pueden volver a niveles normales si se identifica la causa que ha provocado su elevación y se toman las medidas adecuadas. No existe una “pastilla mágica” para reducirlas directamente, pero sí hay estrategias eficaces que ayudan al cuerpo a recuperarse y a que el hígado vuelva a funcionar con normalidad.

Lo primero es revisar los hábitos de vida. Una alimentación saludable, el abandono del alcohol y la práctica regular de ejercicio moderado pueden marcar la diferencia. Muchas personas con hígado graso o alteraciones leves consiguen mejorar sus analíticas simplemente haciendo cambios en su día a día.

Entre las medidas más recomendadas encontramos:

  • Eliminar el alcohol por completo, incluso en cantidades pequeñas. El hígado necesita un descanso real para regenerarse.
  • Adoptar una dieta equilibrada, rica en verduras, frutas, legumbres, pescado azul y grasas saludables como el aceite de oliva. Evitar los alimentos ultraprocesados, el exceso de azúcares y las grasas saturadas es clave.
  • Bajar de peso, si existe sobrepeso u obesidad. Incluso una pérdida del 5–10 % del peso corporal puede mejorar notablemente el estado del hígado.
  • Hacer ejercicio físico de forma regular, sin caer en excesos. El deporte moderado (caminar, nadar, bicicleta, yoga...) ayuda a reducir la inflamación hepática.
  • Evitar la automedicación y revisar los tratamientos actuales con el médico, ya que algunos medicamentos pueden tener un efecto hepatotóxico si se consumen sin control.

En casos donde la causa es una hepatitis viral o una enfermedad específica, el tratamiento dependerá del diagnóstico médico, pero estas medidas generales siguen siendo importantes para favorecer la recuperación del hígado.

Por tanto, aunque ver las transaminasas elevadas puede generar preocupación, también es una oportunidad para tomar conciencia, corregir hábitos y prevenir complicaciones mayores. Con seguimiento médico y constancia, en muchos casos se consigue una mejoría significativa en poco tiempo.

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¿Puede tener consecuencias a largo plazo?

Si se trata de una elevación leve y pasajera, lo habitual es que no haya consecuencias relevantes. Pero si se mantiene en el tiempo y no se investiga, puede indicar un proceso crónico que afecte al hígado. Algunas posibles complicaciones son:

  • Fibrosis hepática, que implica un endurecimiento progresivo del hígado.
  • Cirrosis, en los casos más avanzados, cuando el tejido hepático queda dañado de forma permanente.

Por eso es tan importante hacer un buen seguimiento. Actuar a tiempo permite frenar o incluso revertir muchas de estas situaciones antes de que lleguen a un punto crítico.

Cuida tu hígado antes de que proteste

El hígado es un órgano silencioso: cuando empieza a dar señales, muchas veces ya lleva tiempo dañado. Por eso, interpretar correctamente unas transaminasas elevadas no es solo una cuestión de números, sino de prevención y de cuidado.

En Clínica Asturias te ayudamos a interpretar tus resultados, a encontrar el origen del problema si lo hay y a tomar las decisiones necesarias para proteger tu salud hepática. Si tienes dudas o necesitas una valoración, estamos a tu lado para resolverlas con cercanía, rigor y claridad.