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Transaminasas altas: causas, síntomas y cuándo preocuparse

jueves, 9 de octubre de 2025

Una analítica rutinaria puede revelar datos inesperados: entre ellos, unas transaminasas altas. Este término, que muchos encuentran en sus resultados sin saber muy bien qué significa, hace referencia a unas enzimas que reflejan cómo está funcionando el hígado. Cuando su valor aparece por encima del rango normal, puede deberse a algo tan simple como una comida copiosa o a causas más serias, como una hepatitis o una intoxicación medicamentosa.

Saber qué pasa si las transaminasas están altas ayuda a interpretar el resultado sin alarmarse antes de tiempo. En general, se considera una elevación cuando superan las 40 unidades internacionales por litro (UI/L), aunque el límite exacto depende del laboratorio. No obstante, lo importante no es solo el número, sino el contexto: una subida ligera puede ser transitoria, mientras que cifras mucho más altas suelen indicar que el hígado está sometido a un esfuerzo o inflamación.

Por eso, más que preocuparse, lo adecuado es buscar la causa. El médico valorará si hay otros parámetros alterados —como la bilirrubina o la GGT— y determinará si se trata de un problema puntual o de una enfermedad que requiere tratamiento. Detectar la causa a tiempo no solo tranquiliza, sino que también permite proteger el hígado y prevenir complicaciones futuras.

Qué son las transaminasas y para qué sirven

Las transaminasas son enzimas del metabolismo que permiten que el organismo transforme los aminoácidos, moléculas esenciales para producir proteínas, energía y tejidos nuevos. Sin ellas, los procesos metabólicos se volverían lentos e ineficaces, ya que intervienen en reacciones químicas que mantienen en equilibrio la actividad del hígado, el corazón y los músculos.

Aunque están presentes en casi todos los órganos, el hígado es el principal centro de acción. Allí, las transaminasas participan en la eliminación de sustancias tóxicas, en la producción de glucógeno y en la regulación de los nutrientes que pasan a la sangre. Por eso, su análisis en una analítica de sangre es una forma muy fiable de evaluar si el hígado está funcionando correctamente o si existe algún tipo de daño o inflamación.

Por qué se elevan las transaminasas en sangre

Cuando una célula hepática o muscular sufre daño, las transaminasas que se encuentran dentro de ella se liberan al torrente sanguíneo. Esa liberación anómala hace que los niveles en sangre aumenten, lo que se interpreta como un signo de lesión o sobrecarga funcional.

Esta es la razón por la que, ante unas transaminasas elevadas, los médicos no solo observan los valores, sino también la proporción entre ellas y la presencia de otras enzimas como la GGT (gamma-glutamil transpeptidasa). En general, la ALT o GPT (alanina aminotransferasa) es más específica del hígado, mientras que la AST o GOT (aspartato aminotransferasa) puede elevarse también por daño muscular o cardíaco.

Por último, la GGT actúa como una especie de “sensor de alarma” del sistema biliar: cuando hay una obstrucción o inflamación en los conductos que transportan la bilis, es la primera enzima que aumenta. Su interpretación, junto a las demás, permite distinguir si la alteración tiene origen hepático, muscular o metabólico.

Valores normales de transaminasas

Los niveles de transaminasas pueden variar ligeramente entre laboratorios, pero en general se considera que los valores normales en adultos sanos se sitúan dentro de los siguientes rangos aproximados:

  • AST (GOT): menos de 40 UI/L
  • ALT (GPT): menos de 40 UI/L
  • GGT: entre 8 y 60 UI/L en hombres y entre 5 y 40 UI/L en mujeres

Estos valores sirven como referencia para evaluar la función hepática, aunque siempre deben interpretarse junto a otros parámetros, como la bilirrubina, la fosfatasa alcalina o las proteínas totales, que aportan una visión más completa del estado del hígado.

Qué valor se considera alto y cuándo preocuparse

Tener las transaminasas ligeramente elevadas no siempre es motivo de alarma. De hecho, pequeñas variaciones pueden deberse a algo tan cotidiano como haber tomado un medicamento, haber hecho ejercicio intenso o haber comido de más el día anterior a la analítica. En estos casos, los niveles suelen volver a la normalidad en pocos días o semanas.

Sin embargo, cuando las cifras superan varias veces el límite normal, el resultado debe valorarse con mayor atención. Por ejemplo, valores de hasta 10 veces más altos pueden indicar una hepatitis aguda, mientras que incrementos cien veces superiores suelen asociarse a una intoxicación por fármacos o a una isquemia hepática.

También es importante tener en cuenta la proporción entre AST y ALT: si la AST está más elevada que la ALT, puede apuntar a un origen no exclusivamente hepático, como una lesión muscular o cardíaca. En cambio, una ALT muy superior suele confirmar que el daño proviene del hígado.

Por eso, más allá de la cifra concreta, lo relevante es el patrón analítico global y la situación clínica de la persona. Solo un profesional sanitario puede determinar si el aumento es transitorio o si requiere más estudios para descartar una enfermedad hepática u otro tipo de alteración.

Causas de transaminasas altas

Las transaminasas se elevan cuando las células que las contienen —principalmente del hígado, el corazón o los músculos— se dañan o se inflaman. Sin embargo, una cifra alta no siempre implica una enfermedad grave. En algunos casos se trata de una alteración puntual y reversible, mientras que en otros es la señal de que existe una lesión más profunda que requiere atención médica.

En función de su origen, las causas pueden clasificarse como hepáticas, no hepáticas o transitorias.

Causas hepáticas: cuando el origen está en el hígado

El hígado es el principal protagonista en cualquier análisis de transaminasas. Estas enzimas reflejan de forma directa su estado, y cualquier alteración en el órgano puede hacer que sus valores aumenten. Una de las causas más habituales son las hepatitis víricas, especialmente las de tipo A, B o C, que producen una inflamación del tejido hepático y elevaciones muy marcadas, sobre todo durante la fase aguda.

También puede observarse un aumento en casos de hígado graso, tanto de origen metabólico —relacionado con obesidad, colesterol alto o resistencia a la insulina— como por consumo excesivo de alcohol. En la cirrosis, los niveles pueden mantenerse elevados durante años y, en fases avanzadas, incluso descender cuando el tejido hepático ya no es capaz de producir enzimas.

Otra causa frecuente son los fármacos hepatotóxicos. Medicamentos tan comunes como el paracetamol, ciertos antibióticos o tratamientos para reducir el colesterol pueden elevar las transaminasas si se usan de forma prolongada o a dosis elevadas. También las obstrucciones en los conductos biliares, provocadas por cálculos, inflamación o tumores, pueden originar valores muy altos, especialmente si se acompañan de bilirrubina elevada o ictericia. En todos estos casos, el aumento de las transaminasas suele ser un signo de daño hepático real y necesita una evaluación médica.

Causas no hepáticas: cuando el hígado no es el problema

No siempre que las transaminasas están altas el responsable es el hígado. También pueden elevarse por lesiones o inflamaciones en otros tejidos, especialmente en los músculos o el corazón. Después de un esfuerzo físico intenso o una lesión muscular, las células dañadas liberan estas enzimas al torrente sanguíneo, elevando sobre todo la AST.

Algo parecido puede ocurrir tras un infarto de miocardio, ya que el corazón contiene transaminasas que se liberan cuando el tejido cardíaco se ve afectado. Otras causas menos frecuentes, pero posibles, incluyen la pancreatitis, la insuficiencia cardíaca o los cuadros en los que el hígado recibe menos oxígeno, como ocurre en algunas enfermedades pulmonares. Incluso una cirugía reciente o un traumatismo importante pueden provocar alteraciones temporales sin que exista daño hepático directo.

En estos casos, el médico analiza la proporción entre AST y ALT y suele completar el estudio con otros marcadores, como la creatinfosfocinasa o la troponina, para confirmar si el aumento procede de un origen muscular o cardíaco.

Causas funcionales o transitorias: elevaciones pasajeras

Existen situaciones en las que el aumento de las transaminasas es leve y temporal. Es lo que ocurre, por ejemplo, después de realizar ejercicio físico muy intenso, una maratón o un entrenamiento exigente, donde el cuerpo sufre un estrés metabólico que se refleja en la analítica.

También pueden elevarse de manera transitoria por el estrés físico o emocional, los cambios hormonales, el embarazo o incluso tras una infección leve. En estos casos, los valores suelen volver a la normalidad en pocos días y no requieren ningún tratamiento específico, aunque conviene repetir la analítica pasado un tiempo para confirmar que los niveles se han estabilizado.

En definitiva, las transaminasas altas no siempre indican una enfermedad del hígado, pero sí son una señal de que algo ha alterado el equilibrio del organismo. La clave está en interpretar los resultados en su contexto y dejar que sea el profesional quien determine si la elevación tiene relevancia clínica o si se trata de un fenómeno pasajero.

Síntomas de transaminasas altas y cuándo preocuparse

Las transaminasas, por sí mismas, no causan síntomas. Son un marcador que refleja lo que ocurre dentro del organismo, sobre todo en el hígado. Sin embargo, cuando su aumento se debe a una enfermedad hepática u otro proceso inflamatorio, pueden aparecer signos que alertan de que algo no va bien. El más frecuente es la sensación persistente de cansancio o debilidad, un malestar general que muchas personas describen como si les faltara energía sin motivo aparente. A menudo se acompaña de pérdida de apetito, náuseas o una digestión más pesada de lo habitual.

A medida que el daño hepático avanza, pueden aparecer manifestaciones más visibles. El color amarillento de la piel y del blanco de los ojos, conocido como ictericia, es uno de los signos más característicos y se produce por la acumulación de bilirrubina en sangre. También puede cambiar el tono de la orina, que se vuelve más oscuro, o el de las heces, que adquieren un color pálido o arcilloso. En algunas personas surge además un picor generalizado, difícil de explicar, que se relaciona con la acumulación de ácidos biliares en la piel.

Cuando las transaminasas están altas, el contexto clínico es esencial. Una elevación leve y aislada puede ser transitoria, sobre todo si no hay síntomas asociados. Pero si las cifras superan claramente el límite normal o se acompañan de ictericia, dolor abdominal, vómitos o fiebre, es necesario consultar al médico para identificar la causa. Los aumentos de entre diez y cien veces por encima de los valores normales suelen indicar una lesión aguda importante, como una hepatitis vírica, una intoxicación medicamentosa o un daño hepático por falta de riego sanguíneo.

Tratamiento y recomendaciones si tienes las transaminasas altas

El tratamiento de las transaminasas altas no se dirige a las enzimas en sí, sino a la causa que las ha elevado. Estas cifras actúan como un reflejo del funcionamiento interno del organismo y, en particular, del hígado. Por eso, la prioridad es identificar el motivo del aumento y tratarlo de manera específica. En muchos casos, cuando el problema de fondo se resuelve, los valores vuelven a la normalidad de forma progresiva.

Una elevación leve puede controlarse simplemente con vigilancia médica y algunos cambios en los hábitos de vida. Sin embargo, si las cifras son muy altas o se acompañan de síntomas como ictericia, dolor abdominal o fatiga intensa, será necesario un estudio más completo. A veces el origen está en una hepatitis vírica, en una intoxicación medicamentosa o en una enfermedad hepática crónica, y cada una de ellas requiere un abordaje distinto.

Cómo favorecer la recuperación del hígado

El hígado es un órgano con una enorme capacidad de regeneración, pero necesita tiempo y un entorno favorable para recuperarse. Reducir la exposición a sustancias tóxicas es el primer paso: conviene evitar el alcohol y no tomar medicamentos o suplementos sin indicación médica, incluso si se consideran “naturales”. Muchas plantas y productos de herbolario pueden ser también hepatotóxicos si se combinan con otros tratamientos.

Adoptar una alimentación equilibrada es fundamental. Una dieta rica en frutas, verduras, cereales integrales, proteínas magras y grasas saludables ayuda a reducir la inflamación hepática y mejora la función metabólica. Por el contrario, los alimentos ultraprocesados, las frituras, el exceso de azúcar y las grasas saturadas pueden sobrecargar el hígado. Mantener un peso adecuado y realizar actividad física moderada de forma regular también favorece su recuperación.

El descanso y la gestión del estrés tienen un papel menos visible, pero igualmente importante. El sueño insuficiente y las tensiones continuadas alteran el metabolismo y pueden afectar a la regeneración celular. Dar al organismo el tiempo y los recursos necesarios para reparar el tejido hepático es tan esencial como cualquier tratamiento médico.

En los casos en los que la elevación de las transaminasas se deba a un medicamento, el especialista puede ajustar la dosis o sustituirlo por otro más seguro. Si el origen está en una enfermedad hepática concreta, se aplicarán tratamientos específicos —como antivirales o terapias dirigidas— bajo control médico.

La mayoría de las elevaciones leves se corrigen con medidas de estilo de vida y un seguimiento periódico. Pero cuando los valores permanecen elevados durante semanas o meses, o si se acompañan de otros parámetros alterados, conviene no retrasar la consulta. Detectar a tiempo la causa evita complicaciones y permite que el hígado recupere su equilibrio natural.

Transaminasas altas en el embarazo

Durante el embarazo pueden observarse variaciones en los valores hepáticos sin que necesariamente indiquen un problema.

Sin embargo, un aumento marcado de las transaminasas puede deberse a causas específicas de la gestación, como:

  • Colestasis intrahepática del embarazo.
  • Preeclampsia o síndrome HELLP.

Ambas requieren control médico inmediato, ya que pueden afectar tanto a la madre como al bebé. Por eso, cualquier alteración analítica durante el embarazo debe valorarse por el ginecólogo o especialista en medicina interna.

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Preguntas frecuentes sobre las transaminasas altas

Muchas personas descubren por casualidad que tienen las transaminasas elevadas en una revisión médica y no saben si deben alarmarse. A continuación, respondemos a las dudas más comunes.

¿Qué valor de transaminasas se considera alto?

Generalmente, se considera una elevación cuando los valores superan 40 UI/L en AST o ALT, aunque cada laboratorio puede tener sus propios rangos. Cuanto más alta sea la cifra, mayor probabilidad de que exista un daño hepático o muscular.

¿Las transaminasas altas siempre indican un problema en el hígado?

No siempre. Aunque suelen relacionarse con enfermedades hepáticas, también pueden elevarse por causas musculares, cardíacas o incluso por ejercicio intenso.

¿Qué hacer para bajar las transaminasas?

Depende de la causa. Si se debe al alcohol o a un medicamento, lo más eficaz es suspender su consumo (siempre bajo control médico). En casos de hepatitis o cirrosis, se necesita un tratamiento específico. Adoptar hábitos saludables ayuda a que el hígado se recupere.

¿Las transaminasas altas pueden deberse al ejercicio o al estrés?

Sí. Entrenamientos muy intensos o esfuerzos prolongados pueden elevar temporalmente las transaminasas. También situaciones de estrés físico, como una cirugía o una infección reciente.

¿Qué pasa si tengo las transaminasas altas en el embarazo?

Durante la gestación, deben vigilarse de cerca. A veces, el aumento es leve y transitorio, pero si se acompaña de picor, ictericia o malestar general, es necesario descartar colestasis o preeclampsia.