Toda la información médica a tu alcance

  • Todos

  • Especialidad/
    Unidad Médica

  • Especialista

  • Prueba Diagnóstica

  • Tratamiento

Actualidad

Toxoplasmosis: una infección frecuente que puede complicar el embarazo

jueves, 6 de noviembre de 2025

La toxoplasmosis es una infección provocada por un parásito microscópico llamado Toxoplasma gondii. En la mayoría de los casos pasa desapercibida: el sistema inmunitario la controla sin que lleguen a aparecer síntomas, y muchas personas no saben que la han tenido. Aun así, sigue siendo una de las infecciones más vigiladas durante el embarazo y en personas con defensas bajas, porque en esos casos sí puede causar complicaciones.

El parásito vive en el suelo y en algunos animales, especialmente en los gatos, que actúan como hospedadores. De ahí se transmite al ser humano, casi siempre por alimentos contaminados o por un manejo inadecuado de la carne cruda. En entornos domésticos, basta una buena higiene y una cocción adecuada de los alimentos para evitar el contagio.

Aunque rara vez provoca cuadros graves, la toxoplasmosis merece atención por su comportamiento silencioso. Puede permanecer latente durante años sin causar síntomas y reactivarse en momentos de debilidad del organismo. Si entiendes su origen y sus formas de transmisión ayuda a protegerse, sobre todo en etapas delicadas como el embarazo, cuando el parásito puede afectar al feto si no se detecta a tiempo.

Qué es la toxoplasmosis y cómo se transmite

La toxoplasmosis es una infección producida por el parásito Toxoplasma gondii. Es muy común y, en personas sanas, suele pasar inadvertida porque el sistema inmunitario la mantiene a raya. El ciclo del parásito necesita a los gatos domésticos como hospedadores definitivos: en su intestino se forman ooquistes que se eliminan por las heces durante un periodo limitado tras la infección primaria. Esos ooquistes, al madurar en el ambiente, pueden contaminar agua, tierra y alimentos. En los animales de abasto (cerdo, cordero, ternera), el parásito se enquista en el músculo como quistes tisulares; si esa carne se consume cruda o poco hecha, la infección puede transmitirse al ser humano.

El contagio no suele producirse por acariciar a un gato, sino por la vía alimentaria o por el manejo de arena/tierra contaminada. Los ooquistes son muy resistentes en el ambiente: sobreviven semanas en suelos húmedos y pueden llegar a huertos y agua de riego. Por eso, la higiene en cocina y el tratamiento adecuado de los alimentos son la barrera más eficaz.

Vías de contagio más habituales

La forma más frecuente de transmisión es alimentaria: carne cruda o poco cocinada (especialmente cordero, cerdo y ternera), embutidos curados sin cocción suficiente, o degustaciones “poco hechas”. También existe riesgo al manipular frutas y verduras contaminadas con tierra y lavarlas de forma deficiente, o al beber agua no tratada. Otra vía es el contacto con tierra o arena (jardinería, areneros) que contenga ooquistes esporulados. En el entorno doméstico, la exposición suele relacionarse con limpiar la bandeja de arena del gato sin guantes ni lavado de manos posterior; aun así, los gatos solo eliminan ooquistes unos días tras su primera infección y, con dieta controlada, el riesgo es bajo.

Menos frecuentemente, la infección puede producirse por leche no pasteurizada (p. ej., de cabra), por trasplante de órganos o por transfusión desde un donante infectado. En todos los casos, las medidas de higiene y la correcta cocción de alimentos reducen de forma drástica la probabilidad de contagio.

Embarazo y transmisión vertical: por qué se vigila

Durante el embarazo, si la madre adquiere la infección por primera vez, el parásito puede atravesar la placenta y causar toxoplasmosis congénita. El riesgo de transmisión aumenta con las semanas de gestación (es menor al inicio y mayor al final), pero la gravedad potencial de las secuelas es mayor cuando la infección ocurre en el primer trimestre. Por ese motivo, el control prenatal incluye serologías y, ante sospecha de infección reciente, se activa un protocolo de confirmación y tratamiento precoz para proteger al bebé.

Cuando las defensas bajan

En personas con inmunidad comprometida (VIH, quimioterapia, tratamientos inmunosupresores o trasplante), Toxoplasma puede reactivarse y afectar al sistema nervioso central (encefalitis), a la retina (corioretinitis) o al pulmón. En estos pacientes, la toxoplasmosis deja de ser una infección silenciosa y requiere diagnóstico y tratamiento específicos, además de medidas preventivas cuando procede.

Síntomas de la toxoplasmosis

En la mayoría de los casos, la toxoplasmosis pasa completamente desapercibida. La infección suele resolverse sin producir síntomas visibles, especialmente en personas con un sistema inmunitario sano. En estos casos, el cuerpo genera anticuerpos específicos que mantienen al parásito en estado inactivo dentro de los tejidos, normalmente durante toda la vida, sin causar problemas.

Cuando se manifiesta, lo hace de forma discreta. Los síntomas suelen ser leves y transitorios, parecidos a los de una infección viral común: fatiga persistente, fiebre baja, malestar general, dolores musculares o inflamación de los ganglios linfáticos, sobre todo en el cuello y detrás de las orejas. También puede aparecer una ligera sensibilidad a la luz o dolor de cabeza. Estas molestias suelen durar entre una y cuatro semanas y desaparecen sin dejar secuelas, aunque en algunos casos los ganglios pueden permanecer aumentados de tamaño durante más tiempo.

En personas con defensas bajas, como pacientes en tratamiento inmunosupresor o con infección por VIH, los síntomas pueden ser mucho más severos. La reactivación del parásito puede afectar al sistema nervioso central, provocando cefaleas intensas, desorientación, convulsiones o alteraciones visuales por inflamación ocular. En estos casos, la toxoplasmosis se convierte en una infección grave que requiere diagnóstico inmediato y tratamiento específico.

Toxoplasmosis durante el embarazo

Durante el embarazo, la toxoplasmosis adquiere especial relevancia. Si la infección se produce por primera vez, el parásito puede atravesar la placenta y llegar al feto, causando lo que se conoce como toxoplasmosis congénita. El riesgo de transmisión aumenta conforme avanza la gestación, pero la gravedad de las secuelas suele ser mayor cuanto más precoz es la infección.

En el primer trimestre, el parásito puede interferir en el desarrollo del sistema nervioso y los órganos del bebé, provocando lesiones neurológicas, alteraciones visuales o hepáticas. En etapas más avanzadas del embarazo, la transmisión es más frecuente, pero las consecuencias tienden a ser menos graves. Algunos niños infectados pueden nacer sin síntomas aparentes y manifestar complicaciones meses o años después, como problemas oculares o retraso en el desarrollo.

Por eso, cuando una embarazada da positivo en toxoplasmosis reciente, el control médico debe ser exhaustivo. Se realizan análisis seriados para seguir la evolución de los anticuerpos y, si es necesario, pruebas específicas como amniocentesis o ecografías detalladas para evaluar el estado del feto. El tratamiento temprano reduce significativamente el riesgo de transmisión y las posibles secuelas.

Las mujeres que ya han pasado la infección antes del embarazo no necesitan preocuparse: el organismo conserva inmunidad permanente y el riesgo de contagio al bebé es prácticamente inexistente.

Diagnóstico de la toxoplasmosis

El diagnóstico se realiza mediante una analítica de sangre. El estudio detecta dos tipos de anticuerpos: las inmunoglobulinas M (IgM), que indican una infección reciente o activa, y las inmunoglobulinas G (IgG), que señalan una infección antigua y controlada.

En el embarazo, si se sospecha una infección activa, se pueden realizar pruebas adicionales, como una amniocentesis para analizar el líquido amniótico o una ecografía detallada para comprobar el desarrollo del feto. Estas pruebas permiten valorar el riesgo y decidir el mejor tratamiento.

En pacientes inmunodeprimidos, también puede recurrirse a estudios de imagen —como una resonancia o un TAC— si se sospecha afectación cerebral u ocular.

Tratamiento de la toxoplasmosis

En la mayoría de las personas sanas, la toxoplasmosis no necesita tratamiento específico. El sistema inmunitario suele ser capaz de controlar la infección y mantener al parásito en estado latente sin que provoque síntomas. Aun así, se recomienda vigilancia médica, especialmente si aparecen ganglios inflamados o fiebre persistente, para confirmar que la infección evoluciona de manera favorable.

Cuando los síntomas son más acusados o el paciente pertenece a un grupo de riesgo, el especialista puede prescribir un tratamiento combinado con fármacos antiparasitarios y antibióticos que actúan sobre las fases activas del parásito. El objetivo es eliminar la infección y reducir la inflamación de los tejidos afectados. La duración y el tipo de medicación varían según el estado general del paciente y la localización del parásito (por ejemplo, en el cerebro o en los ojos).

Tratamiento durante el embarazo

En las mujeres embarazadas, el tratamiento es más cuidadoso. Si la infección es reciente pero aún no se ha transmitido al feto, se emplean medicamentos que reducen el riesgo de contagio placentario. Si el diagnóstico confirma una toxoplasmosis congénita, el tratamiento puede continuar durante todo el embarazo y después del parto, tanto en la madre como en el recién nacido.

Durante esta etapa, el control médico es fundamental. Se realizan ecografías periódicas para evaluar el desarrollo fetal y ajustar la medicación según los resultados de las pruebas. En algunos casos, el tratamiento se mantiene durante varios meses tras el nacimiento para evitar complicaciones neurológicas u oculares en el bebé.

Casos con inmunidad comprometida

En personas con el sistema inmunitario debilitado, la toxoplasmosis puede reactivarse con más facilidad. Esto ocurre en pacientes con VIH, en tratamiento inmunosupresor o trasplantados. En estos casos, el tratamiento suele ser más prolongado y con dosis ajustadas, y puede complementarse con medicación preventiva para evitar recaídas. Los controles analíticos y de imagen periódicos son esenciales para comprobar que el parásito permanece inactivo y no vuelve a causar daño.

Prevención de la toxoplasmosis

Evitar la toxoplasmosis no requiere medidas complicadas, solo buenas prácticas de higiene y manipulación de alimentos. La carne debe cocinarse completamente y las frutas y verduras lavarse bajo el grifo antes de su consumo. En el caso de las embarazadas, se recomienda evitar los embutidos crudos, la carne poco hecha y el contacto directo con tierra o con las heces de gato.

Los utensilios de cocina usados para cortar carne cruda deben limpiarse con agua caliente y jabón antes de reutilizarlos. Si se trabaja en el jardín, conviene usar guantes y lavarse bien las manos después.

Las personas que conviven con gatos no tienen que separarse de ellos, pero sí mantener ciertas precauciones: limpiar la bandeja con guantes, usar mascarilla si es posible y procurar que otro miembro de la familia se encargue de esa tarea durante el embarazo.

➡️ ¿Cómo puedo tener más información sobre la toxoplasmosis?

 

Pues es muy sencillo, puedes llamarnos al teléfono 985 28 60 00.
Estaremos encantados de atenderte y resolver todas tus dudas.

Preguntas frecuentes sobre la toxoplasmosis

Aunque la toxoplasmosis suele pasar inadvertida, muchas personas descubren su existencia por primera vez durante una analítica o al quedarse embarazadas. Es entonces cuando surgen dudas sobre cómo se transmite, cuánto dura o qué riesgos puede tener. Aclarar estas cuestiones ayuda a entender mejor la enfermedad y a reducir la preocupación ante un diagnóstico positivo.

¿Cómo se contagia exactamente la toxoplasmosis?

El contagio se produce al ingerir alimentos contaminados con el parásito —sobre todo carne cruda o poco hecha, frutas o verduras mal lavadas— o al entrar en contacto con tierra o heces de gatos infectados. No se transmite de una persona a otra, salvo en el embarazo, cuando la infección puede pasar de la madre al feto a través de la placenta. La prevención pasa por una buena higiene alimentaria y por evitar el contacto con tierra o arena sin protección.

¿Se puede tener toxoplasmosis más de una vez?

No. Una vez superada la infección, el organismo genera anticuerpos protectores que confieren inmunidad de por vida. Solo en personas con defensas muy bajas (por VIH, tratamientos inmunosupresores o trasplantes) el parásito puede reactivarse y causar síntomas de nuevo.

¿Cuánto tiempo tarda en curarse la toxoplasmosis?

En personas sanas, los síntomas leves desaparecen en dos o tres semanas, aunque el cuerpo mantiene el parásito en estado inactivo durante años sin que suponga riesgo. En las infecciones activas o con complicaciones, el tratamiento médico suele controlar la enfermedad por completo en pocas semanas.

¿Qué pasa si una embarazada se contagia de toxoplasmosis?

Depende del momento del embarazo. Si la infección ocurre en el primer trimestre, el riesgo de afectar al bebé es menor, pero las consecuencias pueden ser más graves. En cambio, en etapas más avanzadas la transmisión es más frecuente, aunque con efectos más leves. En todos los casos, el seguimiento médico y el tratamiento temprano reducen significativamente el riesgo de toxoplasmosis congénita y las posibles secuelas.

¿Cómo puedo prevenir la toxoplasmosis si tengo gato?

Convivir con un gato no supone peligro si se mantienen ciertas medidas: no manipular su bandeja de arena sin guantes, lavarse las manos después de acariciarlo y alimentarlo con pienso o comida cocinada. Los gatos domésticos que no cazan ni comen carne cruda no pueden transmitir el parásito.

¿Qué ocurre si tengo toxoplasmosis y no lo sé?

En la mayoría de los casos no pasa nada. Muchas personas la han pasado sin saberlo, y los análisis de sangre revelan anticuerpos de infecciones antiguas. Solo si se detecta una infección reciente en el embarazo o en pacientes inmunodeprimidos es necesario un control médico más estrecho.