La toxoplasmosis es una infección provocada por un parásito microscópico llamado Toxoplasma gondii. En la mayoría de los casos pasa desapercibida: el sistema inmunitario la controla sin que lleguen a aparecer síntomas, y muchas personas no saben que la han tenido. Aun así, sigue siendo una de las infecciones más vigiladas durante el embarazo y en personas con defensas bajas, porque en esos casos sí puede causar complicaciones.
El parásito vive en el suelo y en algunos animales, especialmente en los gatos, que actúan como hospedadores. De ahí se transmite al ser humano, casi siempre por alimentos contaminados o por un manejo inadecuado de la carne cruda. En entornos domésticos, basta una buena higiene y una cocción adecuada de los alimentos para evitar el contagio.
Aunque rara vez provoca cuadros graves, la toxoplasmosis merece atención por su comportamiento silencioso. Puede permanecer latente durante años sin causar síntomas y reactivarse en momentos de debilidad del organismo. Si entiendes su origen y sus formas de transmisión ayuda a protegerse, sobre todo en etapas delicadas como el embarazo, cuando el parásito puede afectar al feto si no se detecta a tiempo.
Qué es la toxoplasmosis y cómo se transmite
La toxoplasmosis es una infección producida por el parásito Toxoplasma gondii. Es muy común y, en personas sanas, suele pasar inadvertida porque el sistema inmunitario la mantiene a raya. El ciclo del parásito necesita a los gatos domésticos como hospedadores definitivos: en su intestino se forman ooquistes que se eliminan por las heces durante un periodo limitado tras la infección primaria. Esos ooquistes, al madurar en el ambiente, pueden contaminar agua, tierra y alimentos. En los animales de abasto (cerdo, cordero, ternera), el parásito se enquista en el músculo como quistes tisulares; si esa carne se consume cruda o poco hecha, la infección puede transmitirse al ser humano.
El contagio no suele producirse por acariciar a un gato, sino por la vía alimentaria o por el manejo de arena/tierra contaminada. Los ooquistes son muy resistentes en el ambiente: sobreviven semanas en suelos húmedos y pueden llegar a huertos y agua de riego. Por eso, la higiene en cocina y el tratamiento adecuado de los alimentos son la barrera más eficaz.
Vías de contagio más habituales
La forma más frecuente de transmisión es alimentaria: carne cruda o poco cocinada (especialmente cordero, cerdo y ternera), embutidos curados sin cocción suficiente, o degustaciones “poco hechas”. También existe riesgo al manipular frutas y verduras contaminadas con tierra y lavarlas de forma deficiente, o al beber agua no tratada. Otra vía es el contacto con tierra o arena (jardinería, areneros) que contenga ooquistes esporulados. En el entorno doméstico, la exposición suele relacionarse con limpiar la bandeja de arena del gato sin guantes ni lavado de manos posterior; aun así, los gatos solo eliminan ooquistes unos días tras su primera infección y, con dieta controlada, el riesgo es bajo.
Menos frecuentemente, la infección puede producirse por leche no pasteurizada (p. ej., de cabra), por trasplante de órganos o por transfusión desde un donante infectado. En todos los casos, las medidas de higiene y la correcta cocción de alimentos reducen de forma drástica la probabilidad de contagio.
Embarazo y transmisión vertical: por qué se vigila
Durante el embarazo, si la madre adquiere la infección por primera vez, el parásito puede atravesar la placenta y causar toxoplasmosis congénita. El riesgo de transmisión aumenta con las semanas de gestación (es menor al inicio y mayor al final), pero la gravedad potencial de las secuelas es mayor cuando la infección ocurre en el primer trimestre. Por ese motivo, el control prenatal incluye serologías y, ante sospecha de infección reciente, se activa un protocolo de confirmación y tratamiento precoz para proteger al bebé.
Cuando las defensas bajan
En personas con inmunidad comprometida (VIH, quimioterapia, tratamientos inmunosupresores o trasplante), Toxoplasma puede reactivarse y afectar al sistema nervioso central (encefalitis), a la retina (corioretinitis) o al pulmón. En estos pacientes, la toxoplasmosis deja de ser una infección silenciosa y requiere diagnóstico y tratamiento específicos, además de medidas preventivas cuando procede.