La tiroiditis de Hashimoto es una de esas enfermedades que avanzan en silencio. Al principio, muchas personas notan solo un cansancio que no se va, cambios en el peso difíciles de explicar o una piel más seca de lo habitual. Se achaca al estrés, a la falta de sueño o a una etapa complicada. Con el tiempo, esas señales se repiten y el cuerpo empieza a pedir respuestas: algo está afectando al funcionamiento de la tiroides.
Hablamos de una enfermedad autoinmune y crónica: el propio sistema inmunitario, por un error de reconocimiento, ataca el tejido tiroideo y dificulta la producción de hormonas. La consecuencia más habitual es el hipotiroidismo, un estado en el que el organismo funciona “a cámara lenta”. Entender qué ocurre, detectarlo a tiempo y tratarlo bien permite recuperar el equilibrio y volver a sentirse uno mismo.
Hashimoto es frecuente, especialmente en mujeres y a partir de la mediana edad, pero puede aparecer en cualquier etapa de la vida. No es una enfermedad rara ni un problema menor: afecta a la energía, al ánimo, a la memoria y al metabolismo. La buena noticia es que tiene tratamiento eficaz y que, con seguimiento, la mayoría de las personas lleva una vida completamente normal.
Qué es la tiroiditis de Hashimoto
La tiroiditis de Hashimoto es una inflamación crónica de la glándula tiroides causada por una respuesta autoinmune. Esa reacción genera anticuerpos dirigidos contra componentes de la propia tiroides y, poco a poco, va dañando el tejido. Al principio, la glándula puede compensar y mantener niveles normales de hormonas; sin embargo, con el tiempo suele aparecer hipotiroidismo.
La evolución no es lineal. Hay periodos en los que la inflamación se hace más evidente y fases de mayor estabilidad. En algunos casos aparece una etapa breve de “hashitoxicosis” (exceso transitorio de hormonas por liberación desde el tejido inflamado) antes de estabilizarse en hipotiroidismo. Por eso es tan importante no quedarse solo con un análisis aislado, sino valorar el conjunto de síntomas y repetir pruebas cuando haga falta.
Aunque se trata de una enfermedad de la tiroides, sus efectos van más allá de esta glándula. El déficit de hormonas tiroideas repercute en múltiples sistemas del organismo: ralentiza el metabolismo, afecta al ánimo, modifica la fertilidad y hasta influye en el sistema cardiovascular. Esta amplitud de manifestaciones explica por qué muchas veces el diagnóstico no es inmediato y por qué el tratamiento adecuado supone un cambio tan significativo en la calidad de vida.
Por qué aparece esta enfermedad
No existe una única causa. Hashimoto se produce cuando se combinan predisposición genética, factores ambientales y determinados desencadenantes que “activan” la respuesta autoinmune. Ser mujer, tener antecedentes de enfermedades autoinmunes en la familia o haber pasado por periodos de estrés intenso son situaciones que vemos con frecuencia en consulta. También influyen aspectos como la edad, la exposición a yodo en exceso o en defecto, y ciertas infecciones o cambios hormonales que actúan como chispa en personas predispuestas.
Factores que pueden influir
En quienes desarrollan Hashimoto suelen coincidir varias piezas: genética (familiares con hipotiroidismo, Hashimoto u otras autoinmunes), sexo y hormonas (más frecuente en mujeres, con momentos sensibles como posparto o perimenopausia), ambiente (variaciones en el aporte de yodo, infecciones previas), y estilo de vida (estrés mantenido, falta de descanso). Ninguno de estos elementos por sí solo explica la enfermedad, pero sumados ayudan a entender por qué aparece y por qué cada caso evoluciona de manera distinta.