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Tiroiditis de Hashimoto: la enfermedad autoinmune más frecuente de la tiroides

jueves, 25 de septiembre de 2025

La tiroiditis de Hashimoto es una de esas enfermedades que avanzan en silencio. Al principio, muchas personas notan solo un cansancio que no se va, cambios en el peso difíciles de explicar o una piel más seca de lo habitual. Se achaca al estrés, a la falta de sueño o a una etapa complicada. Con el tiempo, esas señales se repiten y el cuerpo empieza a pedir respuestas: algo está afectando al funcionamiento de la tiroides.

Hablamos de una enfermedad autoinmune y crónica: el propio sistema inmunitario, por un error de reconocimiento, ataca el tejido tiroideo y dificulta la producción de hormonas. La consecuencia más habitual es el hipotiroidismo, un estado en el que el organismo funciona “a cámara lenta”. Entender qué ocurre, detectarlo a tiempo y tratarlo bien permite recuperar el equilibrio y volver a sentirse uno mismo.

Hashimoto es frecuente, especialmente en mujeres y a partir de la mediana edad, pero puede aparecer en cualquier etapa de la vida. No es una enfermedad rara ni un problema menor: afecta a la energía, al ánimo, a la memoria y al metabolismo. La buena noticia es que tiene tratamiento eficaz y que, con seguimiento, la mayoría de las personas lleva una vida completamente normal.

Qué es la tiroiditis de Hashimoto

La tiroiditis de Hashimoto es una inflamación crónica de la glándula tiroides causada por una respuesta autoinmune. Esa reacción genera anticuerpos dirigidos contra componentes de la propia tiroides y, poco a poco, va dañando el tejido. Al principio, la glándula puede compensar y mantener niveles normales de hormonas; sin embargo, con el tiempo suele aparecer hipotiroidismo.

La evolución no es lineal. Hay periodos en los que la inflamación se hace más evidente y fases de mayor estabilidad. En algunos casos aparece una etapa breve de “hashitoxicosis” (exceso transitorio de hormonas por liberación desde el tejido inflamado) antes de estabilizarse en hipotiroidismo. Por eso es tan importante no quedarse solo con un análisis aislado, sino valorar el conjunto de síntomas y repetir pruebas cuando haga falta.

Aunque se trata de una enfermedad de la tiroides, sus efectos van más allá de esta glándula. El déficit de hormonas tiroideas repercute en múltiples sistemas del organismo: ralentiza el metabolismo, afecta al ánimo, modifica la fertilidad y hasta influye en el sistema cardiovascular. Esta amplitud de manifestaciones explica por qué muchas veces el diagnóstico no es inmediato y por qué el tratamiento adecuado supone un cambio tan significativo en la calidad de vida.

Por qué aparece esta enfermedad

No existe una única causa. Hashimoto se produce cuando se combinan predisposición genética, factores ambientales y determinados desencadenantes que “activan” la respuesta autoinmune. Ser mujer, tener antecedentes de enfermedades autoinmunes en la familia o haber pasado por periodos de estrés intenso son situaciones que vemos con frecuencia en consulta. También influyen aspectos como la edad, la exposición a yodo en exceso o en defecto, y ciertas infecciones o cambios hormonales que actúan como chispa en personas predispuestas.

Factores que pueden influir

En quienes desarrollan Hashimoto suelen coincidir varias piezas: genética (familiares con hipotiroidismo, Hashimoto u otras autoinmunes), sexo y hormonas (más frecuente en mujeres, con momentos sensibles como posparto o perimenopausia), ambiente (variaciones en el aporte de yodo, infecciones previas), y estilo de vida (estrés mantenido, falta de descanso). Ninguno de estos elementos por sí solo explica la enfermedad, pero sumados ayudan a entender por qué aparece y por qué cada caso evoluciona de manera distinta.

Síntomas que conviene vigilar

La tiroiditis de Hashimoto suele manifestarse poco a poco, con señales que pueden confundirse con el cansancio del día a día o con el paso de los años. El cuadro típico es el del hipotiroidismo: el metabolismo se ralentiza y el organismo lo nota en múltiples frentes. La dificultad es que no todos los síntomas aparecen a la vez ni con la misma intensidad, de modo que conviene prestar atención al conjunto más que a un signo aislado.

Manifestaciones más habituales

  • Cansancio persistente e intolerancia al frío: la energía parece escasa incluso después de descansar bien y la persona necesita abrigarse más que antes en situaciones normales.
  • Piel seca y caída del cabello: la piel pierde hidratación, se vuelve áspera, el pelo aparece más quebradizo y fino, y también pueden debilitarse las uñas.
  • Aumento de peso moderado y retención de líquidos: la báscula sube sin cambios importantes en la dieta y resulta difícil perder esos kilos extra.
  • Estreñimiento y digestiones lentas: el tránsito intestinal se enlentece y provoca molestias frecuentes.
  • Cambios en el estado de ánimo y en la concentración: es común la apatía, la tristeza o esa sensación de “mente nublada” que dificulta recordar o concentrarse.
  • Alteraciones menstruales y fertilidad en mujeres: las reglas pueden volverse más abundantes o irregulares, y en algunos casos aparecen problemas para concebir.
  • Sensación de presión en el cuello o aumento del tamaño de la tiroides (bocio): la glándula puede agrandarse y generar una incomodidad local.

Estos síntomas no siempre se presentan de forma llamativa, sino que se acumulan con el tiempo. En muchas ocasiones se achacan a otras causas —estrés, sobrecarga laboral, envejecimiento— y se tarda en sospechar que la tiroides es la responsable.

La importancia de no normalizar las señales

Aunque el listado ayuda a orientarse, el diagnóstico nunca debe basarse solo en los síntomas. Muchas de estas molestias son inespecíficas y pueden aparecer en otras condiciones. Lo relevante es la persistencia y la combinación de varios de estos signos a la vez. Ante la duda, una analítica sencilla puede aclarar el panorama y evitar que la enfermedad avance sin control.

Cómo se diagnostica la enfermedad

El punto de partida es la valoración clínica: escuchar los síntomas, revisar antecedentes personales y familiares y explorar el cuello para comprobar si hay bocio o sensibilidad. A continuación se solicitan análisis de sangre que miden las hormonas tiroideas y buscan anticuerpos autoinmunes.

Qué se busca en los análisis

Las pruebas más útiles son la TSH (hormona estimulante de la tiroides) y la T4 libre. En el hipotiroidismo por Hashimoto, lo habitual es una TSH elevada con T4 libre baja; en fases iniciales puede aparecer hipotiroidismo subclínico (TSH alta con T4 libre todavía normal). La presencia de anticuerpos antitiroideos —especialmente anti-peroxidasa tiroidea (anti-TPO) y, en ocasiones, anti-tiroglobulina— apoya el diagnóstico al indicar actividad autoinmune. La ecografía tiroidea es útil para valorar el aspecto de la glándula (patrón característico) y el tamaño, y para hacer seguimiento cuando hay bocio.

Tratamiento actual de la enfermedad

El objetivo del tratamiento es restablecer niveles adecuados de hormona tiroidea y aliviar los síntomas. En la mayoría de los casos se utiliza hormona tiroidea en forma sintética, ajustando la dosis de manera individual hasta normalizar la TSH y conseguir que la persona se sienta bien. Los controles periódicos permiten afinar el tratamiento en situaciones especiales (cambios de peso, embarazo, nuevas medicaciones).

En fases transitorias de “hashitoxicosis” no se corrige la tiroides a la baja, porque no es una hiperproducción real, sino liberación temporal de hormonas desde el tejido inflamado; en esos casos el control suele ser sintomático hasta que los niveles se estabilizan. Respecto a suplementos, es importante evitar la automedicación con yodo y ser prudentes con productos “para la tiroides” sin indicación médica: no todos son útiles y algunos pueden empeorar el cuadro.

Hábitos y autocuidado que ayudan

Dormir bien, manejar el estrés, mantener una alimentación equilibrada y realizar ejercicio regular mejoran la tolerancia al tratamiento y el bienestar general. Una dieta completa —rica en verduras, frutas, legumbres, pescado y fuentes adecuadas de proteínas— ayuda a estabilizar el peso y a combatir el cansancio. Si hay dudas sobre gluten, selenio u otros suplementos, lo adecuado es comentarlo en consulta: las recomendaciones dependen del contexto clínico y no existen recetas universales.

Hashimoto y embarazo ¿Son compatibles?

El embarazo es un momento en el que la tiroides trabaja al límite. Las necesidades hormonales aumentan desde las primeras semanas para asegurar el desarrollo adecuado del bebé, sobre todo del sistema nervioso. Si existe tiroiditis de Hashimoto, lo ideal es planificar la gestación con tiempo: revisar los niveles de TSH, ajustar el tratamiento antes de la concepción y entrar al embarazo con la función tiroidea bien controlada. Esta preparación reduce riesgos y facilita un seguimiento más tranquilo.

Durante la gestación, lo habitual es que se necesiten ajustes de dosis de hormona tiroidea. En algunas mujeres el requerimiento se incrementa hasta en un 30–50 %, lo que obliga a controles más frecuentes —a veces cada mes— para mantener las hormonas dentro del rango seguro. Un mal control puede asociarse a complicaciones como abortos tempranos, partos prematuros, hipertensión gestacional o bajo peso al nacer. Por eso la coordinación entre endocrinología y obstetricia es esencial: ambos equipos trabajan juntos para garantizar la seguridad de la madre y del bebé.

El seguimiento no termina en el parto. Tras dar a luz, las necesidades hormonales vuelven a modificarse y es frecuente que haya que reajustar la medicación. En esta etapa, además, algunas mujeres desarrollan lo que se conoce como tiroiditis posparto, una alteración transitoria que puede superponerse a Hashimoto y hacer más complejo el control. Aun así, la buena noticia es que la lactancia es totalmente compatible con el tratamiento sustitutivo, por lo que no hay motivo para renunciar a ella.

Con una planificación adecuada y controles estrechos, la gran mayoría de las mujeres con Hashimoto vive embarazos normales y saludables. La clave está en anticiparse, mantener una comunicación fluida con el equipo médico y no subestimar la importancia de pequeñas variaciones en la función tiroidea durante este periodo tan exigente para el organismo.

¿Hashimoto e hipotiroidismo son lo mismo?

No exactamente. Hashimoto es la causa autoinmune; hipotiroidismo es la consecuencia más frecuente (niveles bajos de hormonas tiroideas). Puede haber personas con anticuerpos positivos y función tiroidea todavía normal; en otras, la tiroides ya no compensa y aparece el hipotiroidismo clínico. Esta diferencia es importante para decidir cuándo iniciar tratamiento y con qué objetivos.

De hecho, muchas veces se habla de hipotiroidismo subclínico: una situación en la que la TSH está elevada, pero las hormonas tiroideas aún permanecen en rango normal. En estos casos, no siempre es necesario iniciar medicación de inmediato, sino valorar cada situación de forma individual, teniendo en cuenta la edad, los síntomas, el deseo de embarazo o la presencia de otras enfermedades.

Entender esta diferencia es clave también para el seguimiento: alguien puede tener Hashimoto sin necesidad de tratamiento en el momento actual, pero sí requerir controles periódicos, porque con el tiempo es posible que la función tiroidea disminuya. En resumen: Hashimoto es el origen, hipotiroidismo la consecuencia más habitual, y distinguirlos ayuda a personalizar el cuidado y evitar tanto tratamientos innecesarios como diagnósticos tardíos.

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Preguntas frecuentes sobre tiroiditis de Hashimoto

La tiroiditis de Hashimoto es un tema que genera muchas dudas en consulta y en la vida diaria. Desde cómo diferenciarla del hipotiroidismo “común” hasta su relación con el embarazo, la dieta o el estrés, las preguntas suelen repetirse una y otra vez. Resolverlas de forma clara ayuda a entender mejor la enfermedad y a afrontar el día a día con más seguridad.

¿La tiroiditis de Hashimoto tiene cura?

No, es una enfermedad crónica y autoinmune. Sin embargo, se controla de forma eficaz con tratamiento sustitutivo de hormona tiroidea. El objetivo no es “curar” la inflamación de la tiroides, sino compensar la falta de hormonas y aliviar los síntomas. Con buen seguimiento, la calidad de vida suele ser excelente.

¿Cómo se detecta Hashimoto?

El diagnóstico combina la valoración clínica con análisis de sangre. Se mide la TSH y la T4 libre, y se buscan anticuerpos antitiroideos, como los anti-TPO. La ecografía puede aportar información sobre el tamaño y aspecto de la glándula. No basta con un único análisis: a veces los resultados cambian con el tiempo y requieren confirmación.

¿Qué diferencia hay entre Hashimoto e hipotiroidismo?

Hashimoto es la causa autoinmune; el hipotiroidismo es la consecuencia más habitual. Se puede tener Hashimoto sin hipotiroidismo todavía (anticuerpos positivos, hormonas normales), pero con riesgo de desarrollarlo más adelante. En cambio, no todo hipotiroidismo tiene que ser por Hashimoto: hay otras causas posibles.

¿Qué síntomas iniciales suelen pasar desapercibidos?

El cansancio persistente, el aumento de peso moderado, la piel seca o la caída del cabello suelen atribuirse al estrés o al envejecimiento. También es frecuente notar más frío de lo habitual o dificultades de concentración. Estos signos, aunque parezcan leves, pueden ser el primer aviso de un inicio de hipotiroidismo.

¿La dieta influye en Hashimoto?

No hay una dieta que cure la enfermedad, pero la alimentación sí ayuda a manejar síntomas y a mantener un buen estado general. Lo recomendable es una dieta variada, rica en frutas, verduras, legumbres, proteínas magras y pescado azul. En algunos casos se valora reducir gluten o reforzar nutrientes como el selenio, pero siempre de forma individualizada y bajo control médico.

¿El estrés puede empeorar Hashimoto?

Sí. El estrés sostenido afecta al sistema inmune y puede favorecer brotes o empeorar síntomas. Técnicas de manejo del estrés, ejercicio adaptado o actividades relajantes suelen marcar la diferencia en el bienestar diario.

¿Hashimoto afecta más a mujeres?

Sí, es mucho más frecuente en mujeres, sobre todo a partir de los 30–40 años y en etapas de cambios hormonales como el embarazo o la menopausia. Aun así, también puede presentarse en hombres y en personas jóvenes.

¿Qué pasa si no se trata Hashimoto?

El hipotiroidismo progresa y los síntomas se intensifican: más cansancio, colesterol elevado, alteraciones menstruales, infertilidad, problemas de memoria y, a largo plazo, complicaciones cardiovasculares. Tratarlo a tiempo evita estas consecuencias y permite llevar una vida normal.

¿Se puede tener Hashimoto y quedarse embarazada?

Sí. De hecho, muchas mujeres con Hashimoto logran embarazos sanos. La clave está en planificar, ajustar la dosis de hormona antes de concebir y mantener un seguimiento estrecho durante la gestación.