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Síncope vasovagal: el desmayo más común y cómo afrontarlo

jueves, 4 de septiembre de 2025

Un desmayo siempre inquieta. La persona que lo sufre pierde la consciencia de golpe y quienes lo presencian sienten la urgencia de reaccionar sin saber muy bien cómo. En la mayoría de los casos, detrás de esa pérdida repentina está el síncope vasovagal, una reacción del organismo que, aunque suele ser benigna, impresiona por lo inesperada que resulta.

Este tipo de síncope aparece porque el cuerpo responde de manera exagerada a ciertos estímulos: la tensión arterial baja, el pulso se enlentece y, durante unos segundos, el cerebro recibe menos sangre de la necesaria. El resultado es un desvanecimiento breve, del que se recupera enseguida, aunque la sensación de susto y debilidad posterior suele acompañar durante un rato.

Tras el desvanecimiento llega la recuperación rápida, y con ella las dudas. Ponerle nombre a lo que ha ocurrido y conocer sus mecanismos permite darle sentido a una situación que, aunque impresiona, suele ser pasajera.

¿Qué es el síncope vasovagal y por qué se produce?

El síncope vasovagal es el tipo de desmayo más frecuente en la población general y suele aparecer de forma inesperada. No es una enfermedad en sí misma, sino una reacción del organismo ante un estímulo concreto. Lo que ocurre es que el sistema nervioso autónomo, encargado de regular funciones vitales como la presión arterial y el pulso, responde de forma exagerada. Esta activación del nervio vago provoca que el corazón lata más despacio, los vasos sanguíneos se dilaten y, en consecuencia, baje de manera brusca la tensión arterial. Con menos sangre llegando al cerebro, la persona pierde la consciencia de manera transitoria.

A diferencia de otras causas de desmayo, el vasovagal suele ser benigno y se resuelve en segundos. Sin embargo, la experiencia es muy impactante porque da la sensación de que el cuerpo se “apaga” de repente. Tras el episodio, la recuperación es rápida, aunque no es raro que queden síntomas residuales como cansancio, debilidad o dolor de cabeza leve.

Conviene insistir en que, aunque la mayoría de los casos no implican gravedad, siempre es recomendable una valoración médica, sobre todo cuando se trata del primer episodio o cuando los desmayos se repiten. El objetivo no es solo confirmar que se trata de un síncope vasovagal, sino también descartar otras causas más serias, como las de origen cardiaco o neurológico.

Causas y desencadenantes más comunes del síncope vasovagal

Los episodios de síncope vasovagal no aparecen al azar: casi siempre hay un factor que los provoca. En muchas personas, el desencadenante es físico. Permanecer de pie durante mucho tiempo, sobre todo en ambientes calurosos o con poca ventilación, favorece que la sangre se acumule en las piernas y descienda el flujo hacia el cerebro. La deshidratación y el agotamiento también aumentan esa vulnerabilidad, haciendo más fácil que se produzca el desvanecimiento.

Otros desencadenantes tienen que ver con el componente emocional. Una situación de estrés intenso, un sobresalto, la ansiedad o incluso algo tan concreto como ver sangre o pasar por una extracción de sangre son estímulos capaces de activar el nervio vago y provocar la reacción. En estos casos, el cuerpo responde con una caída brusca del pulso y de la tensión arterial, lo que termina en el desmayo.

También el dolor, cuando es muy agudo, puede ser un disparador. Un golpe fuerte, una fractura o una intervención menor pueden desencadenar este tipo de síncope en personas predispuestas. No es tanto la lesión en sí, sino la forma en la que el organismo reacciona frente a ese estímulo doloroso.

En algunos casos, varios factores se combinan: por ejemplo, una persona cansada, deshidratada y sometida a tensión emocional tiene más probabilidades de sufrir un síncope vasovagal. Esa mezcla de elementos físicos y emocionales explica por qué este tipo de desmayos son tan frecuentes y, al mismo tiempo, tan imprevisibles.

Síntomas del síncope vasovagal: señales previas y durante el episodio

El síncope vasovagal rara vez aparece sin avisar. Lo más habitual es que el cuerpo emita señales previas, conocidas como pródromos, que alertan de que algo no va bien. Entre los síntomas más frecuentes están el mareo, la visión borrosa, la sensación de calor repentino, los sudores fríos y la palidez marcada en la cara. Muchas personas describen también debilidad en las piernas o una sensación de que “todo da vueltas”. Estas manifestaciones suelen durar unos segundos, tiempo suficiente para que, si la persona consigue sentarse o tumbarse, el episodio no llegue a completarse.

Cuando los síntomas iniciales no se reconocen a tiempo, llega el desvanecimiento. La persona pierde la consciencia de forma brusca, se desploma y, en la mayoría de los casos, recupera el conocimiento en menos de un minuto. Durante ese corto lapso, el cuerpo se encuentra en una especie de “modo ahorro”, en el que el cerebro recibe menos riego sanguíneo de lo habitual.

Tras el episodio, lo habitual es que la recuperación sea rápida, aunque no inmediata. Puede aparecer cansancio, dolor de cabeza leve o una sensación de malestar general que dura unos minutos. Algunas personas refieren sentirse confusas o débiles después, lo que aumenta la preocupación, especialmente si se trata del primer desmayo.

Aunque estos síntomas son característicos, es importante recordar que no todos los desmayos son síncopes vasovagales. La presencia de convulsiones, movimientos bruscos o una recuperación lenta obliga a descartar otras causas y consultar al médico cuanto antes.

Cómo se diagnostica el síncope vasovagal en consulta médica

El diagnóstico del síncope vasovagal parte casi siempre de una buena historia clínica. El médico pregunta cómo ocurrió el episodio, qué lo desencadenó y qué sensaciones tuvo la persona antes de perder el conocimiento. Estos detalles son clave: saber si hubo mareo, sudor frío o visión borrosa antes del desvanecimiento orienta claramente hacia un síncope de origen vasovagal.

Tras la entrevista, se realiza una exploración física y, en la mayoría de los casos, un electrocardiograma para comprobar que no exista un problema de origen cardiaco. El objetivo principal es descartar otras causas de pérdida de consciencia que sí pueden ser graves, como arritmias, alteraciones neurológicas o caídas bruscas de tensión por otras enfermedades.

En algunos pacientes, especialmente cuando los desmayos se repiten o no queda claro el desencadenante, se utilizan pruebas específicas como la prueba de la mesa basculante (tilt test). Consiste en situar al paciente tumbado en una camilla que se inclina de forma controlada, simulando la posición de estar de pie. Con ello se puede reproducir el episodio y medir cómo responden la tensión arterial y el pulso en esas condiciones.

En determinadas situaciones, el médico puede solicitar análisis de sangre o estudios adicionales para descartar otras causas. Sin embargo, en la mayoría de los casos, la combinación de una buena descripción del episodio y las pruebas básicas es suficiente para confirmar que se trata de un síncope vasovagal.

Tratamiento del síncope vasovagal: qué hacer durante y después de un episodio

El síncope vasovagal no suele requerir medicación específica. El tratamiento principal consiste en saber cómo reaccionar cuando aparecen las primeras señales y en aplicar medidas sencillas que ayuden a recuperar la circulación cerebral.

Durante el episodio, lo fundamental es proteger a la persona. Si alguien nota mareo, visión borrosa o sudor frío, lo recomendable es que se tumbe de inmediato y, si es posible, que eleve las piernas para favorecer el retorno de la sangre al cerebro. Si ya se ha producido la pérdida de consciencia, colocar al paciente estirado boca arriba, aflojarle la ropa y mantener la calma suele ser suficiente, ya que en cuestión de segundos recuperará el conocimiento por sí mismo.

Después del desvanecimiento, lo habitual es que la persona se sienta débil o cansada. Conviene dejarla descansar en un lugar fresco, ofrecerle agua y evitar que se levante de golpe. El reposo breve permite que el organismo recupere su equilibrio y reduce el riesgo de que el episodio se repita en ese momento.

Cuando los síncopes son recurrentes, el médico puede recomendar técnicas de prevención: mantener una buena hidratación, no permanecer demasiado tiempo de pie sin moverse, evitar ambientes muy calurosos y aprender maniobras físicas como cruzar las piernas o tensar los músculos para contrarrestar la bajada de tensión. En casos excepcionales, si los episodios son muy frecuentes o incapacitantes, se puede valorar el uso de medicación, aunque no suele ser necesario.

Prevención del síncope vasovagal: consejos para reducir los episodios

El síncope vasovagal no siempre se puede evitar, pero sí es posible reducir la probabilidad de que aparezca con algunas medidas sencillas. La primera es mantenerse bien hidratado: beber agua con regularidad a lo largo del día ayuda a mantener la tensión arterial estable. También es recomendable no saltarse comidas, ya que los niveles bajos de glucosa favorecen la sensación de mareo y debilidad.

Los ambientes calurosos o las estancias cerradas con poca ventilación suelen ser escenarios típicos donde aparecen los desmayos. En estas situaciones, buscar un lugar más fresco o sentarse un momento puede evitar que el episodio llegue a producirse. De igual manera, permanecer mucho tiempo de pie sin moverse aumenta el riesgo, por lo que conviene cambiar de postura, caminar unos pasos o tensar los músculos de las piernas para favorecer la circulación.

El control del estrés y de las emociones intensas también juega un papel importante. El síncope vasovagal se desencadena con facilidad en contextos de ansiedad, miedo o sobresalto. Aprender técnicas de respiración o relajación puede ser útil para quienes saben que estas situaciones son un desencadenante frecuente.

Por último, es útil que la persona y su entorno aprendan a reconocer los síntomas previos: mareo, sudor frío, visión borrosa o palidez. Identificar estas señales de alarma y actuar a tiempo —por ejemplo, sentándose o tumbándose de inmediato— es la medida más eficaz para prevenir una caída y evitar lesiones asociadas al desmayo.

¿Cuándo acudir al médico por un síncope vasovagal?

Aunque el síncope vasovagal suele ser benigno, es recomendable acudir al médico tras un primer episodio para descartar otras causas. También debe consultarse cuando los desmayos se repiten con frecuencia, aparecen durante el ejercicio físico o van acompañados de dolor torácico, palpitaciones o convulsiones.

La valoración médica ofrece seguridad y permite diferenciar este síncope de otras causas de pérdida de consciencia que sí pueden ser graves.

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Preguntas frecuentes sobre el síncope vasovagal

El síncope vasovagal suele despertar muchas dudas, sobre todo porque aparece de forma inesperada y genera preocupación tanto en quien lo sufre como en quienes lo presencian. A continuación recopilamos algunas de las preguntas más habituales en consulta, con respuestas claras que ayudan a entender mejor qué ocurre y cómo actuar.

¿El síncope vasovagal es peligroso?

En la mayoría de los casos no lo es. Se trata de un episodio benigno y autolimitado. El mayor riesgo está en las caídas o golpes que se produzcan durante el desmayo.

¿Se puede prevenir un síncope vasovagal?

No siempre, pero reconocer los síntomas previos ayuda mucho. Sentarse, tumbarse o elevar las piernas en cuanto aparecen mareos, visión borrosa o sudor frío puede evitar que se pierda la consciencia.

¿Qué diferencia hay entre un síncope vasovagal y uno de origen cardiaco?

El vasovagal suele tener síntomas previos, dura poco y la recuperación es rápida. El síncope cardiaco, en cambio, aparece de forma brusca, sin aviso, y puede estar relacionado con problemas graves del corazón.

¿Qué hacer si alguien se desmaya por un síncope vasovagal?

Colocar a la persona tumbada boca arriba, elevarle las piernas y aflojar la ropa que oprima son medidas básicas. Si no recupera la consciencia en pocos minutos o presenta dolor en el pecho, dificultad para respirar o convulsiones, hay que llamar a urgencias.