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Osteoporosis: cuando los huesos se vuelven frágiles sin avisar

jueves, 18 de septiembre de 2025

La osteoporosis es una enfermedad silenciosa. No avisa con síntomas llamativos y, en la mayoría de los casos, solo se hace visible cuando ya ha causado una fractura. Es entonces cuando aparece la sorpresa: un golpe leve, una caída tonta o incluso un movimiento cotidiano terminan en un hueso roto. Detrás de esa fragilidad está una pérdida progresiva de densidad ósea que debilita el esqueleto y compromete la calidad de vida.

En España, más del 10 % de las personas mayores de 50 años tienen osteoporosis, y el porcentaje es mucho mayor en mujeres tras la menopausia. A pesar de estas cifras, sigue siendo una enfermedad infradiagnosticada: muchas personas conviven con ella sin saberlo. Reconocer quién está en riesgo, cómo detectarla a tiempo y qué hacer para proteger los huesos es clave para evitar complicaciones graves.

Cómo aparece la osteoporosis

La osteoporosis ocurre cuando el organismo pierde masa ósea más rápido de lo que es capaz de producirla. En condiciones normales, los huesos se renuevan constantemente: tejido viejo se reabsorbe y se sustituye por tejido nuevo. Con la edad, este equilibrio se rompe y los huesos se vuelven más porosos y frágiles.

El descenso hormonal tras la menopausia es uno de los factores más determinantes, de ahí que las mujeres sean las más afectadas. Sin embargo, la enfermedad no es exclusiva de ellas: los hombres también pueden desarrollarla, sobre todo a partir de los 65 años o si existen antecedentes familiares.

La dieta baja en calcio y vitamina D, el sedentarismo, el consumo de tabaco o alcohol y el uso prolongado de corticoides son factores que aumentan el riesgo. Todo esto hace que la osteoporosis sea más frecuente en personas que, además, tienen otras enfermedades crónicas o toman medicación que afecta directamente a la calidad del hueso.

Grupos más vulnerables

  • Mujeres postmenopáusicas: el descenso de estrógenos acelera la pérdida de hueso.
  • Hombres mayores de 65 años: aunque menos frecuente que en mujeres, también pueden sufrir fracturas por fragilidad.
  • Pacientes con enfermedades crónicas: como artritis reumatoide, enfermedad celíaca o problemas endocrinos.
  • Personas en tratamiento con corticoides: la osteoporosis secundaria es una complicación habitual en estos casos.

Señales que no deberías ignorar

La osteoporosis es conocida como la “epidemia silenciosa” porque no avisa con síntomas llamativos. En la mayoría de los casos, la persona se siente bien hasta que ocurre la primera fractura. Sin embargo, el cuerpo sí deja pequeñas pistas que pueden pasar desapercibidas si no se miran con atención. Reconocerlas a tiempo puede ser decisivo para diagnosticar la enfermedad antes de que aparezca una complicación seria.

Cambios físicos sutiles

Uno de los signos más comunes es la pérdida de altura progresiva. No hablamos de unos milímetros, sino de varios centímetros a lo largo de los años. Muchas personas lo atribuyen simplemente al envejecimiento, pero en realidad puede deberse a microfracturas vertebrales que van hundiendo poco a poco las vértebras. Estos colapsos vertebrales no siempre provocan dolor agudo, de ahí que pasen inadvertidos.

Con el tiempo, estas fracturas pueden modificar la postura, generando una curvatura hacia adelante llamada cifosis. Esa espalda encorvada típica en fases avanzadas de la enfermedad no aparece de un día para otro, sino tras años de pequeñas fracturas que podrían haberse detectado y tratado antes.

Dolores sin explicación clara

El dolor de espalda persistente es otra señal que conviene valorar. A menudo se justifica como consecuencia de malas posturas, esfuerzos en el trabajo o el simple desgaste de la edad. Sin embargo, cuando el dolor aparece de forma mantenida y sin causa aparente, especialmente en personas mayores o con factores de riesgo, puede estar reflejando una fractura vertebral por fragilidad.

A diferencia de una contractura muscular, este dolor suele ser más profundo y no mejora del todo con reposo o analgésicos habituales. En algunos casos, se acompaña de rigidez o de la sensación de que la espalda “ya no es la misma”.

Fracturas con mínimos esfuerzos

El signo más claro de que la osteoporosis está presente es una fractura tras un esfuerzo mínimo. Puede ocurrir al levantar un peso ligero, al bajar un escalón o tras una caída de pie que, en condiciones normales, no debería causar una rotura.

Las fracturas más típicas son en la muñeca, la cadera y las vértebras. Todas ellas tienen consecuencias importantes, pero las de cadera son especialmente graves: suelen requerir cirugía, hospitalización prolongada y un periodo de rehabilitación que puede limitar la autonomía. En el caso de las fracturas vertebrales, además del dolor, el riesgo es que se acumulen con el tiempo y provoquen una deformidad progresiva de la columna.

Cómo se diagnostica

Detectar la osteoporosis a tiempo permite intervenir antes de que aparezcan las fracturas. El diagnóstico empieza con la valoración clínica del médico, que tiene en cuenta los antecedentes, los factores de riesgo y la historia de caídas o fracturas previas.

La densitometría ósea

La herramienta más utilizada es la densitometría ósea (DXA), una prueba rápida e indolora que mide la densidad mineral de los huesos, especialmente en la cadera y la columna. Los resultados se expresan en valores T-score que indican si el hueso es normal, si existe osteopenia (fase previa) o si ya hay osteoporosis establecida.

Otros métodos de valoración

Además de la densitometría, se puede calcular el riesgo con herramientas como FRAX, que estiman la probabilidad de sufrir una fractura en los próximos 10 años en función de factores clínicos y analíticos. También se realizan análisis de sangre y orina para descartar causas secundarias, como déficit de vitamina D, alteraciones hormonales o enfermedades inflamatorias.

Cómo se trata y se previene hoy en día

No existe un único tratamiento para la osteoporosis, porque no todas las personas la viven de la misma forma ni en el mismo grado. La elección depende de la edad, el sexo, la densidad ósea medida en la densitometría y si ya han ocurrido fracturas previas. El objetivo es claro: fortalecer los huesos y prevenir nuevas fracturas, al tiempo que se mejora la calidad de vida.

Medicamentos disponibles

Los bifosfonatos (como alendronato, risedronato o ácido zoledrónico) son los más prescritos. Actúan ralentizando la pérdida de masa ósea y han demostrado reducir de forma significativa el riesgo de fracturas en cadera, columna y muñeca. Se pueden administrar por vía oral o intravenosa, y suelen mantenerse durante varios años bajo supervisión médica.

Otro tratamiento frecuente es el denosumab, un anticuerpo monoclonal que se administra mediante inyección subcutánea cada seis meses. Es útil en personas que no toleran los bifosfonatos o que necesitan una protección más intensa frente a fracturas.

En casos más graves o en pacientes con fracturas repetidas, se utilizan fármacos anabólicos como la teriparatida o el abaloparatida, que estimulan directamente la formación de nuevo tejido óseo. Estos medicamentos han supuesto un gran avance en el tratamiento, aunque suelen reservarse para situaciones complejas y bajo estricto control especializado.

Lo importante es que cada persona tenga un plan de tratamiento ajustado a su situación, con revisiones periódicas para comprobar la eficacia y la tolerancia de los fármacos.

Suplementos y estilo de vida

El aporte suficiente de calcio y vitamina D es la base del tratamiento. Una dieta equilibrada con lácteos, pescado azul, verduras de hoja verde y frutos secos cubre gran parte de las necesidades, pero en muchos casos se recomienda complementar con suplementos, especialmente en personas mayores o con poca exposición solar.

El ejercicio físico es otro pilar fundamental. Actividades como caminar a paso rápido, bailar, hacer ejercicios con pesas ligeras o practicar yoga fortalecen tanto los huesos como los músculos que los sostienen. Esto no solo ayuda a mejorar la densidad ósea, sino que también aporta estabilidad y equilibrio, reduciendo el riesgo de caídas.

Además, se aconseja abandonar hábitos nocivos: el tabaco y el alcohol están directamente relacionados con una mayor pérdida de hueso. Cuidar el descanso y mantener un peso adecuado también forma parte del autocuidado.

Prevenir caídas, clave en mayores

En las personas mayores, la prevención de caídas es tan importante como los medicamentos. Una fractura de cadera puede suponer una pérdida de autonomía difícil de recuperar, por lo que cada detalle cuenta. Revisar la vista y el oído de forma periódica, usar calzado antideslizante y adaptar el hogar —retirando alfombras sueltas, colocando barras de apoyo en el baño, iluminando bien los pasillos— son medidas sencillas que reducen mucho el riesgo.

El trabajo del equilibrio y la fuerza muscular mediante ejercicios específicos, como el tai chi o la fisioterapia dirigida, añade una capa extra de protección. No se trata solo de fortalecer los huesos, sino también de asegurarse de que el cuerpo tiene la estabilidad suficiente para evitar una caída que pueda convertirse en un problema mayor.

Vivir con osteoporosis

Recibir un diagnóstico de osteoporosis no significa renunciar a una vida activa. Con el tratamiento adecuado y unos hábitos saludables, es posible convivir con la enfermedad de forma segura y mantener una buena calidad de vida.

Adoptar pequeños cambios ayuda a proteger los huesos: elegir un calzado firme que evite resbalones, incorporar alimentos ricos en calcio como lácteos, verduras de hoja verde o pescado azul, y aprovechar la exposición al sol para estimular la producción natural de vitamina D.

Más allá del riesgo físico, la osteoporosis también afecta a la confianza. El miedo a sufrir una fractura puede llevar a evitar actividades, generando aislamiento y pérdida de autonomía. Por eso es importante contar con apoyo médico, familiar y social que ayude a mantener la motivación y la independencia.

Pronóstico y complicaciones

El pronóstico de la osteoporosis depende en gran medida del momento en el que se diagnostique y de la adherencia al tratamiento. Con un tratamiento temprano y un buen control, se puede frenar la pérdida de densidad ósea y reducir de forma notable el riesgo de fracturas.

Si no se trata, el panorama cambia: la fragilidad ósea aumenta, las fracturas se repiten y cada una de ellas resta movilidad e independencia. Una fractura de cadera, por ejemplo, no solo implica una cirugía, sino también una larga rehabilitación y, en muchos casos, una pérdida significativa de calidad de vida.

Por eso, la osteoporosis debe dejar de ser invisible. Detectarla a tiempo, seguir las recomendaciones médicas y mantener hábitos saludables son los tres pilares para proteger los huesos y seguir disfrutando del día a día con seguridad.

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Preguntas frecuentes sobre osteoporosis

Hablar de osteoporosis genera muchas dudas en consulta y también en la vida diaria. Más allá de lo que explican los apartados anteriores, hay cuestiones concretas que suelen repetirse y que merece la pena resolver de forma clara. Estas son algunas de las preguntas más habituales y sus respuestas.

¿Cuáles son los síntomas iniciales de la osteoporosis?

La osteoporosis suele ser silenciosa, pero hay señales que pueden alertar en fases tempranas. Entre ellas destacan la pérdida de altura, el dolor de espalda persistente y la sensación de debilidad ósea. Muchas veces se descubre con la primera fractura, aunque también puede manifestarse con cambios sutiles, como fracturas pequeñas en las vértebras que pasan desapercibidas.

¿Qué dieta es recomendable para la osteoporosis?

Una dieta rica en calcio y vitamina D es esencial para mantener los huesos fuertes. Los lácteos, pescados pequeños como las sardinas, verduras de hoja verde, almendras y legumbres son aliados clave. La vitamina D se obtiene también de la exposición al sol y, en algunos casos, de suplementos recomendados por el médico. Evitar exceso de alcohol, sal y refrescos azucarados ayuda a proteger la salud ósea.

¿Qué ejercicios son buenos para la osteoporosis?

El ejercicio regular es fundamental. Los más recomendados son los ejercicios de impacto moderado, como caminar a paso ligero, bailar o subir escaleras, y los de fortalecimiento muscular, como levantamiento de pesas ligeras, yoga o pilates. También conviene trabajar el equilibrio (tai chi, ejercicios de propiocepción) para reducir el riesgo de caídas y fracturas.

¿Qué medicamentos existen para tratar la osteoporosis grave?

En los casos más avanzados se utilizan medicamentos específicos. Los más comunes son los bifosfonatos, que reducen la pérdida de masa ósea, y el denosumab, que se administra cada seis meses. Para osteoporosis grave o con fracturas múltiples se emplean tratamientos anabólicos como la teriparatida, que estimula la formación de hueso nuevo. La elección depende siempre de la valoración médica.

¿Qué es la osteoporosis postmenopáusica?

La osteoporosis postmenopáusica aparece tras la caída de estrógenos en la menopausia. Estos cambios hormonales aceleran la pérdida de hueso, lo que explica por qué tantas mujeres desarrollan osteoporosis después de los 50 años. La prevención con densitometrías, dieta adecuada y ejercicio es fundamental en esta etapa.

¿Los hombres también pueden tener osteoporosis?

Sí, aunque se hable menos de ello. La osteoporosis en hombres mayores de 50 años es una realidad y, en ocasiones, se diagnostica aún más tarde que en mujeres. El envejecimiento, el consumo de alcohol y tabaco, o enfermedades crónicas son factores de riesgo claros.

¿Cuándo debo hacerme una densitometría ósea?

Se recomienda realizar una densitometría ósea (DXA) a mujeres a partir de la menopausia y a hombres a partir de los 65 años, o antes si existen factores de riesgo como fracturas previas, antecedentes familiares, tratamientos prolongados con corticoides o enfermedades que afecten al metabolismo óseo.

¿Qué pasa si no se trata la osteoporosis?

Si no se trata, la pérdida de masa ósea progresa y aumentan las probabilidades de sufrir fracturas, especialmente en cadera, columna y muñeca. Estas fracturas pueden provocar dolor crónico, deformidades, pérdida de autonomía e incluso complicaciones graves que afectan a la salud general y a la esperanza de vida.