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Cómo afecta el calor a las personas con hipertensión: síntomas, riesgos y consejos clave

miércoles, 18 de junio de 2025

El verano invita a salir, moverse más, cambiar horarios y comidas. Pero también plantea un reto importante para la salud cardiovascular, especialmente en quienes tienen la tensión alta. Las temperaturas elevadas afectan directamente a la presión arterial, y muchas personas notan que en verano se sienten más mareadas, débiles o inestables, incluso cuando su medicación está bajo control.

Este efecto se acentúa en los mayores, que no siempre notan los síntomas a tiempo. Y es que el calor no solo agota: también puede provocar una tensión baja en verano, algo que puede pasar desapercibido o confundirse con el simple cansancio. En quienes padecen hipertensión, es fundamental entender cómo reacciona el cuerpo a las altas temperaturas para prevenir sustos.

¿Por qué el calor baja la tensión?

El cuerpo tiene sus propios mecanismos para regular la temperatura. Uno de ellos es la vasodilatación, es decir, la dilatación de los vasos sanguíneos. Cuando hace calor, los capilares se expanden para facilitar la pérdida de calor a través de la piel. Esa apertura de las arterias también provoca una bajada de la tensión. Y si a eso se suma la pérdida de líquidos y sales a través del sudor, la caída de la presión puede ser aún más marcada.

Aunque podría parecer que a una persona hipertensa le viene bien una ligera bajada, lo cierto es que una hipotensión no es deseable. Puede provocar mareos, visión borrosa, debilidad, aturdimiento o incluso desmayos, especialmente si se mantiene en el tiempo o aparece bruscamente. Esta situación es más común en verano, y en personas mayores el riesgo se multiplica: su percepción de sed disminuye, su regulación térmica es menos eficiente y pueden deshidratarse sin darse cuenta.

Cambios en la presión arterial: cómo saber si algo no va bien

En verano, muchas personas notan que se levantan más mareadas, se cansan con más facilidad o tienen una sensación de inestabilidad que antes no tenían. Si hay tratamiento para la hipertensión, esto puede deberse a un exceso de efecto hipotensor causado por el calor. Lo habitual es notar estos cambios en los momentos de más calor o después de una caminata bajo el sol, aunque también pueden aparecer tras una comida copiosa o en ambientes muy húmedos.

Hay signos que no deben pasarse por alto: la sensación de que "la cabeza se va", el sudor frío, las náuseas leves o el aturdimiento. Todo eso puede ser un aviso de que la tensión está cayendo más de la cuenta.

¿Hay que modificar la medicación?

No existe una norma única, pero sí está claro que el calor puede modificar el efecto de algunos fármacos para la tensión. Por ejemplo, los diuréticos eliminan líquidos y pueden agravar la deshidratación. En verano, cuando ya se pierde más agua a través del sudor, esto puede descompensar al organismo. También es posible que otros medicamentos mantengan la tensión demasiado baja, lo que genera síntomas molestos.

Nunca hay que dejar de tomar la medicación sin consultar con el médico. Pero sí es recomendable anotar los síntomas, tomarse la presión con más frecuencia (por la mañana y por la tarde) y consultar si se nota un cambio persistente. A veces basta con un pequeño ajuste temporal para recuperar el equilibrio sin poner en riesgo el control de la hipertensión.

Prevención: cómo evitar bajadas de tensión en verano

Beber más agua es lo primero que se suele recomendar, y con razón. Hidratarse bien es fundamental, aunque no se tenga sed. Pero no es lo único. Evitar las horas de más calor, usar ropa ligera y mantenerse en lugares frescos también ayuda a que el cuerpo no tenga que hacer un esfuerzo adicional para regular su temperatura.

Comer ligero, evitar el alcohol y no practicar ejercicio intenso al sol son medidas básicas. En muchos casos, pequeños gestos como ducharse con agua templada, ventilar bien las estancias o descansar con las piernas en alto después de estar al sol pueden marcar la diferencia.

Si aún así se nota tensión baja en verano, lo mejor es sentarse, elevar ligeramente las piernas y beber agua con calma. En algunos casos, tomar algo salado puede ayudar, pero siempre dentro de lo que permita la dieta prescrita.

Mareos, visión borrosa, debilidad… ¿cuándo preocuparse?

Los mareos por calor pueden confundirse con fatiga normal, pero si se repiten o se acompañan de sensación de desmayo, sudoración fría o confusión, hay que tomar medidas. Si al tumbarse y beber agua no mejora en pocos minutos, o si los episodios se repiten varios días seguidos, conviene acudir al médico.

Las personas que toman varios medicamentos, tienen antecedentes cardíacos o son mayores deben ser especialmente prudentes. No todos los síntomas se deben al calor, y a veces una bajada brusca de tensión puede enmascarar otros problemas de salud.

¿Y si aparece un golpe de calor?

Cuando la regulación térmica del cuerpo falla por completo, aparece el golpe de calor, una urgencia que requiere atención médica inmediata. No es lo mismo que una bajada de tensión, aunque puede parecerse. En este caso, el cuerpo ya no puede enfriarse por sí solo: la temperatura corporal sube sin control, y la persona puede tener la piel seca, dejar de sudar, entrar en confusión o incluso desmayarse.

En personas con hipertensión, este cuadro es especialmente peligroso, ya que puede descompensar el sistema cardiovascular y aumentar el riesgo de infarto o ictus. Por eso es clave evitar exposiciones prolongadas al sol, mantener una buena hidratación y saber identificar los primeros signos de alarma.

Personas mayores e hipertensión: un cuidado especial en julio y agosto

Las personas mayores son el grupo más vulnerable cuando suben las temperaturas. No solo por el calor en sí, sino por la forma en la que su organismo responde a él. Con la edad, el cuerpo pierde eficiencia a la hora de regular la temperatura interna. El mecanismo de la sed se vuelve menos eficaz, el sudor es menos abundante y, en muchos casos, la percepción del malestar es más sutil. Esto hace que, cuando llega una ola de calor, los síntomas de tensión baja o deshidratación puedan pasar desapercibidos hasta que ya se ha producido una descompensación.

A esto se suma que muchas personas mayores viven solas o dependen de otras para salir a la calle, tomar la medicación o incluso recordar que tienen que beber agua. Y si además padecen hipertensión y toman fármacos como diuréticos o betabloqueantes, el riesgo de bajadas de tensión o de golpe de calor se multiplica. Por eso, durante julio y agosto, conviene extremar la precaución, especialmente durante las olas de calor que cada año llegan con más frecuencia e intensidad.

Mareos, visión borrosa, debilidad… ¿cuándo preocuparse?

Los mareos por calor pueden confundirse con fatiga normal, pero si se repiten o se acompañan de sensación de desmayo, sudoración fría o confusión, hay que tomar medidas. Si al tumbarse y beber agua no mejora en pocos minutos, o si los episodios se repiten varios días seguidos, conviene acudir al médico.

Las personas que toman varios medicamentos, tienen antecedentes cardíacos o son mayores deben ser especialmente prudentes. No todos los síntomas se deben al calor, y a veces una bajada brusca de tensión puede enmascarar otros problemas de salud.

¿Y si aparece un golpe de calor?

Cuando la regulación térmica del cuerpo falla por completo, aparece el golpe de calor, una urgencia que requiere atención médica inmediata. No es lo mismo que una bajada de tensión, aunque puede parecerse. En este caso, el cuerpo ya no puede enfriarse por sí solo: la temperatura corporal sube sin control, y la persona puede tener la piel seca, dejar de sudar, entrar en confusión o incluso desmayarse.

En personas con hipertensión, este cuadro es especialmente peligroso, ya que puede descompensar el sistema cardiovascular y aumentar el riesgo de infarto o ictus. Por eso es clave evitar exposiciones prolongadas al sol, mantener una buena hidratación y saber identificar los primeros signos de alarma.

Personas mayores e hipertensión: un cuidado especial en julio y agosto

Las personas mayores son el grupo más vulnerable cuando suben las temperaturas. No solo por el calor en sí, sino por la forma en la que su organismo responde a él. Con la edad, el cuerpo pierde eficiencia a la hora de regular la temperatura interna. El mecanismo de la sed se vuelve menos eficaz, el sudor es menos abundante y, en muchos casos, la percepción del malestar es más sutil. Esto hace que, cuando llega una ola de calor, los síntomas de tensión baja o deshidratación puedan pasar desapercibidos hasta que ya se ha producido una descompensación.

A esto se suma que muchas personas mayores viven solas o dependen de otras para salir a la calle, tomar la medicación o incluso recordar que tienen que beber agua. Y si además padecen hipertensión y toman fármacos como diuréticos o betabloqueantes, el riesgo de bajadas de tensión o de golpe de calor se multiplica. Por eso, durante julio y agosto, conviene extremar la precaución, especialmente durante las olas de calor que cada año llegan con más frecuencia e intensidad.

➡️ ¿Cómo puedo tener más información sobre el efecto del calor en la hipertensión?

 

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Claves para cuidar la tensión en personas mayores durante el verano

En este contexto, hay varias medidas que pueden marcar una gran diferencia. La primera es establecer rutinas claras. No se puede confiar únicamente en la sensación de sed: lo recomendable es pautar la ingesta de agua a lo largo del día, aunque no haya sed aparente. Un simple vaso de agua cada hora puede prevenir muchos problemas.

También es fundamental controlar la tensión arterial de forma regular, especialmente si la persona ha notado mareos, fatiga o visión borrosa en días de mucho calor. Un tensiómetro en casa puede ser una herramienta muy útil, siempre que se use correctamente y con seguimiento médico si los valores se desvían.

Además, es recomendable evitar salir al exterior durante las horas centrales del día (entre las 12 y las 18 horas), mantener la casa ventilada o con algún sistema de refrigeración suave, y optar por comidas ligeras, ricas en frutas y verduras con alto contenido en agua. Vestir ropa cómoda, transpirable y de colores claros también ayuda a que el cuerpo no tenga que esforzarse más de la cuenta.

La comunicación es otro factor clave. Si una persona mayor vive sola, es buena idea establecer un sistema de llamadas diarias o visitas breves para comprobar cómo se encuentra. Muchas veces, los primeros signos de bajada de tensión no se verbalizan, pero pueden detectarse en el habla, el estado de ánimo o incluso la postura corporal.

Por último, es importante revisar con el médico si el tratamiento antihipertensivo debe adaptarse durante el verano. En algunos casos, puede ser necesario ajustar la dosis o espaciar las tomas para evitar efectos excesivos.