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Gasometría arterial: qué es, cómo se hace y qué información aporta

miércoles, 20 de agosto de 2025

La gasometría arterial es una prueba diagnóstica que permite conocer con detalle cómo están funcionando los pulmones y si el organismo mantiene el equilibrio ácido-base necesario para que las células trabajen de forma adecuada. Se trata de una técnica sencilla pero de gran valor clínico, ya que ofrece información inmediata en situaciones en las que cada minuto cuenta.

A diferencia de un análisis de sangre convencional, que se realiza sobre sangre venosa, la gasometría requiere una muestra obtenida de una arteria. Esta diferencia, que a primera vista puede parecer menor, es la que marca la utilidad de la prueba: solo así es posible medir con precisión el oxígeno y el dióxido de carbono que circulan por todo el cuerpo, junto con el pH y el bicarbonato.

En la práctica, se trata de una herramienta imprescindible en los servicios de urgencias y cuidados intensivos, pero también puede ser necesaria en consultas externas o en hospitalización convencional cuando se sospechan alteraciones respiratorias o metabólicas. Pese a que la punción arterial puede resultar más molesta que una extracción venosa, la prueba es rápida, segura y la información que aporta resulta determinante para orientar el diagnóstico y decidir el tratamiento.

¿Qué es la gasometría arterial y qué mide?

La gasometría arterial es un análisis de laboratorio que utiliza sangre obtenida de una arteria, normalmente de la radial situada en la muñeca. A través de esa muestra se pueden valorar parámetros que indican tanto la función respiratoria como el equilibrio metabólico del cuerpo.

Los principales valores que mide son el pH, la presión parcial de oxígeno (PaO₂), la presión parcial de dióxido de carbono (PaCO₂), el bicarbonato (HCO₃⁻) y la saturación de oxígeno (SaO₂). Estos datos, interpretados en conjunto, ayudan a saber si existe hipoxemia (déficit de oxígeno en sangre), retención de CO₂ o alteraciones del equilibrio ácido-base que comprometen la salud.

Parámetros más relevantes

  • pH: refleja el grado de acidez o alcalinidad de la sangre. Sus valores normales están entre 7,35 y 7,45.
  • PaO₂: indica la cantidad de oxígeno disponible para los tejidos. Valores bajos pueden relacionarse con neumonía, crisis asmática o insuficiencia respiratoria.
  • PaCO₂: muestra la cantidad de dióxido de carbono. Una cifra alta indica hipoventilación, mientras que una baja suele relacionarse con hiperventilación.
  • Bicarbonato (HCO₃⁻): permite diferenciar si la alteración es de origen respiratorio o metabólico.
  • Saturación de oxígeno (SaO₂): señala qué porcentaje de hemoglobina transporta oxígeno; lo normal es que supere el 95 %.

¿Para qué sirve la gasometría arterial?

La utilidad de esta prueba es muy amplia, tanto en la atención de emergencias como en el seguimiento de enfermedades crónicas.

En pacientes con dificultad respiratoria aguda, como quienes sufren una crisis asmática, un episodio grave de EPOC o una neumonía, la gasometría arterial permite comprobar si el oxígeno en sangre es suficiente y si el organismo elimina bien el dióxido de carbono. También resulta esencial en las unidades de cuidados intensivos, donde se monitoriza a pacientes intubados o conectados a ventilación mecánica.

Más allá del ámbito respiratorio, también se emplea en situaciones donde hay sospecha de alteraciones metabólicas: acidosis diabética, insuficiencia renal o alcalosis provocada por vómitos intensos. El análisis del pH y del bicarbonato ayuda a confirmar el diagnóstico y orientar el tratamiento.

Uso en pediatría y recién nacidos

En neonatología, la gasometría arterial puede resultar clave para valorar a bebés con problemas respiratorios tras el parto o cuando existe sospecha de hipoxemia. La interpretación en estos casos requiere valores de referencia específicos y la experiencia de un equipo pediátrico.

¿Cómo se realiza la gasometría arterial?

El procedimiento consiste en una punción arterial, habitualmente en la arteria radial de la muñeca. Tras desinfectar la zona, se introduce una aguja fina y la sangre fluye por la presión de la propia arteria. La muestra se recoge en una jeringa especial que debe analizarse en pocos minutos para que los resultados sean fiables.

Aunque es una técnica rápida, puede resultar algo dolorosa. La arteria está más profunda y es más sensible que una vena, lo que explica la molestia. Después de la punción, se presiona la zona durante varios minutos para evitar hematomas.

¿Es dolorosa y cuánto tarda?

Es una de las dudas más frecuentes. La gasometría arterial suele ser más molesta que una extracción venosa, pero el dolor dura pocos segundos. En total, la prueba tarda menos de cinco minutos y los resultados pueden estar disponibles casi de inmediato.

Riesgos y precauciones

La complicación más común es un hematoma local o dolor pasajero. Rara vez puede producirse una lesión nerviosa o vascular. Por ello, debe realizarla siempre personal entrenado, con especial cuidado en pacientes con problemas de coagulación o mala circulación.

Valores normales en una gasometría arterial

Para interpretar una gasometría, los médicos comparan los resultados obtenidos con unos valores de referencia. Dichos valores marcan lo que se considera un funcionamiento equilibrado del organismo en cuanto a oxigenación, ventilación y equilibrio ácido-base.

En términos sencillos, el pH indica si la sangre está dentro de un nivel adecuado de acidez, la PaO₂ refleja la cantidad de oxígeno disponible, la PaCO₂ muestra cómo se elimina el dióxido de carbono, el bicarbonato señala la capacidad de los riñones para compensar desequilibrios y la saturación de oxígeno indica qué porcentaje de hemoglobina transporta oxígeno.

Lo más habitual es que los resultados se muevan en estos márgenes:

  • pH: entre 7,35 y 7,45, lo que significa que la sangre está en equilibrio, ni demasiado ácida ni demasiado alcalina.
  • PaO₂ (oxígeno): entre 75 y 100 mmHg, valores que aseguran un aporte adecuado de oxígeno a los tejidos.
  • PaCO₂ (dióxido de carbono): entre 35 y 45 mmHg, cifras que muestran que la ventilación es correcta.
  • Bicarbonato (HCO₃⁻): entre 22 y 26 mEq/L, un rango que ayuda a mantener la estabilidad del pH.
  • Saturación de oxígeno (SaO₂): superior al 95 %, lo que indica que la mayoría de la hemoglobina transporta oxígeno de forma eficaz.

Más allá de recordar cifras concretas, lo fundamental es entender que estos parámetros en conjunto ofrecen una fotografía de cómo respira la persona y de cómo se regula el equilibrio interno de su cuerpo. Por eso, el médico no se queda con un único dato, sino que analiza todo el conjunto para valorar la situación real del paciente.

¿Cómo se interpreta una gasometría arterial?

Una gasometría no se entiende mirando un número aislado, sino observando cómo se relacionan entre sí todos los parámetros y, sobre todo, teniendo en cuenta el estado clínico de la persona. El resultado siempre se interpreta dentro de un contexto: los síntomas, la historia médica y la situación en la que se encuentra el paciente.

Por ejemplo, cuando el pH baja y al mismo tiempo el dióxido de carbono (PaCO₂) está elevado, suele hablarse de acidosis respiratoria. Esto significa que los pulmones no logran eliminar bien el CO₂, algo que puede pasar en una crisis asmática o en una exacerbación de la EPOC.

Si el pH también está bajo pero lo que se altera es el bicarbonato (HCO₃⁻) y no el CO₂, lo más probable es que se trate de una acidosis metabólica, como la que aparece en la cetoacidosis diabética o en algunas enfermedades renales.

En el extremo contrario, cuando el pH sube, puede tratarse de una alcalosis. Esta puede ser:

  • Respiratoria, si la persona está hiperventilando (respirando demasiado rápido y eliminando más CO₂ del normal).
  • Metabólica, si el problema viene de pérdidas excesivas de minerales, como ocurre con vómitos persistentes o una bajada importante de potasio.

Por último, el valor de la PaO₂ indica si hay suficiente oxígeno en sangre. Cuando desciende de forma marcada, hablamos de hipoxemia, una situación seria que obliga a actuar con rapidez, ya sea con oxígeno suplementario o con ventilación asistida en los casos más graves.

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Diferencia entre gasometría arterial y venosa

Aunque ambas son pruebas que analizan la composición de la sangre, no miden lo mismo ni sirven para lo mismo. La diferencia principal está en el lugar de donde se obtiene la muestra y en la información que se consigue.

La gasometría arterial se realiza extrayendo sangre de una arteria, normalmente la radial en la muñeca. Esto permite conocer con precisión cómo están funcionando los pulmones, ya que la sangre arterial es la que transporta oxígeno a todo el cuerpo después de haber pasado por los pulmones. Gracias a ello se pueden medir valores clave como el oxígeno (PaO₂), el dióxido de carbono (PaCO₂), el pH y el bicarbonato, lo que ofrece una visión completa del equilibrio respiratorio y metabólico.

En cambio, la gasometría venosa utiliza sangre obtenida de una vena. Esta sangre ya ha entregado oxígeno a los tejidos y transporta una mayor cantidad de dióxido de carbono, por lo que sus valores son diferentes. Aunque no sirve para evaluar la oxigenación con la misma precisión, sí puede aportar datos útiles sobre el estado metabólico del paciente, como el pH o la concentración de bicarbonato. Además, su extracción es más sencilla y menos dolorosa que la arterial.

¿Cuándo se usa cada una?

La gasometría arterial es la técnica de elección en urgencias respiratorias, en pacientes con insuficiencia respiratoria, crisis asmáticas, EPOC descompensado, neumonías graves o en enfermos críticos que necesitan ventilación mecánica.

La gasometría venosa, por su parte, se emplea como alternativa en situaciones menos graves, cuando lo que interesa es valorar sobre todo el equilibrio ácido-base o el metabolismo, pero sin necesidad de conocer de forma exacta el nivel de oxígeno arterial.

En la práctica, muchos médicos recurren a la venosa como primer acercamiento, ya que es más rápida y menos molesta, reservando la arterial para los casos en los que el estado respiratorio necesita una valoración detallada.