Respirar es algo tan automático que solo nos damos cuenta de lo importante que es cuando algo falla. Si alguna vez has sentido opresión en el pecho, te has quedado sin aire al hacer un esfuerzo mínimo o llevas semanas con tos sin causa clara, quizá te hayan propuesto hacer una espirometría. Esta prueba, sencilla y sin riesgos, permite analizar cómo están funcionando tus pulmones, detectar posibles enfermedades respiratorias y orientar tratamientos que mejoren tu calidad de vida.
La espirometría mide la cantidad de aire que puedes inhalar y exhalar, y a qué velocidad lo haces. Puede parecer una prueba menor, pero sus resultados ofrecen pistas muy valiosas sobre el estado de tu sistema respiratorio. Con ella, se diagnostican patologías como el asma o la EPOC, pero también permite ver si un tratamiento está funcionando, o si es necesario hacer ajustes antes de una operación. En definitiva, ayuda a tomar decisiones médicas con más información y menos incertidumbre.
Comprender cómo se realiza una espirometría, qué resultados ofrece y cuándo está indicada te ayudará a afrontar esta prueba con tranquilidad. Vamos a explicarlo paso a paso, con claridad y sin tecnicismos innecesarios.
Qué es exactamente una espirometría
La espirometría es una prueba de función pulmonar que mide dos cosas muy concretas: el volumen de aire que puedes mover con cada respiración y la velocidad con la que lo haces. Se realiza con un aparato llamado espirómetro, que registra la cantidad de aire que entra y sale de tus pulmones en tiempo real.
El procedimiento es muy sencillo. Solo hay que respirar profundamente y soplar con fuerza por una boquilla conectada al espirómetro. Lo más importante es seguir las instrucciones del profesional que realiza la prueba para que los datos sean fiables. En algunos casos, después de una primera medición, se administra un broncodilatador para repetir la espirometría y comprobar si hay mejoría, lo que ayuda a diferenciar entre tipos de patologías.
Para qué sirve la espirometría
La espirometría no es solo una herramienta de diagnóstico, sino también una prueba fundamental para el seguimiento y la prevención en salud respiratoria. Su valor reside en que permite detectar alteraciones incluso antes de que los síntomas sean evidentes, lo que la convierte en un instrumento clave para actuar a tiempo.
Uno de sus usos más habituales es el diagnóstico de enfermedades respiratorias crónicas como el asma o la EPOC. También ayuda a diferenciar entre distintos tipos de afecciones pulmonares, lo que resulta esencial para aplicar el tratamiento adecuado. Pero su utilidad va mucho más allá del momento del diagnóstico.
Estas son algunas de las principales situaciones clínicas en las que se emplea la espirometría:
- Evaluar síntomas respiratorios persistentes, como tos crónica, sensación de falta de aire o silbidos al respirar.
- Diagnosticar enfermedades pulmonares cuando hay sospecha clínica pero no se han confirmado con otras pruebas.
- Controlar la evolución de enfermedades respiratorias ya diagnosticadas, como el asma o la EPOC, y ajustar el tratamiento si es necesario.
- Valorar la capacidad pulmonar antes de una intervención quirúrgica, sobre todo si se trata de operaciones torácicas o abdominales.
- Prevenir complicaciones en personas expuestas a sustancias irritantes en su entorno laboral o con antecedentes familiares de enfermedades respiratorias.
En definitiva, sirve tanto para conocer el estado actual de los pulmones como para anticiparse a posibles complicaciones. Es una prueba sencilla, accesible y con una enorme capacidad para mejorar la toma de decisiones médicas.