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Endometriosis: cuando el dolor menstrual no es normal

martes, 13 de mayo de 2025

Sentir dolor durante la menstruación es algo que muchas mujeres han aprendido a normalizar. A veces se aguanta, se tapa con un analgésico y se sigue como si nada. Pero ¿qué pasa cuando ese dolor es tan fuerte que impide ir a trabajar, dormir bien o simplemente estar de pie? ¿Y si el dolor no solo aparece con la regla, sino también durante las relaciones sexuales, al ir al baño o incluso al ovular? La endometriosis es una enfermedad ginecológica crónica que durante años ha sido invisibilizada, mal diagnosticada o confundida con un “dolor normal”.

La palabra endometriosis empieza a sonar cada vez más en las consultas médicas, en redes sociales y en conversaciones entre mujeres. Pero todavía queda mucho por hacer para que se entienda bien en qué consiste, cómo se diagnostica, cuáles son sus síntomas, y sobre todo, qué opciones existen para tratarla. Muchas veces, quienes la padecen se sienten solas, incomprendidas o tardan años en recibir un diagnóstico certero. Y mientras tanto, conviven con un dolor que no siempre se ve, pero que condiciona su vida en todos los sentidos.

Comprender qué es la endometriosis y cómo afecta al cuerpo y al bienestar de una mujer es clave para dejar de minimizarla. Hacer visible esta enfermedad no solo permite que más mujeres se reconozcan, sino que también se reduzca el tiempo de diagnóstico y se mejore la atención médica.

¿Qué es la endometriosis?

La endometriosis es una enfermedad crónica en la que el tejido similar al endometrio —que normalmente recubre el interior del útero— crece fuera de él. Este tejido puede localizarse en los ovarios, las trompas de Falopio, la vejiga, el recto o incluso en otras zonas más alejadas, como el diafragma.

A pesar de estar fuera del útero, este tejido responde a las hormonas del ciclo menstrual igual que lo haría el endometrio: se engrosa, sangra y se inflama cada mes. Pero al no tener una vía de salida como el sangrado menstrual, provoca irritación, inflamación, adherencias e incluso quistes. Esto genera dolor, inflamación crónica y, en muchos casos, problemas de fertilidad.

No se trata de una enfermedad maligna, pero sí es progresiva y puede tener un impacto significativo en la calidad de vida. Lo más frustrante es que muchas veces se minimiza, se confunde con “reglas dolorosas” o se diagnostica erróneamente como colon irritable, cistitis o dismenorrea funcional.

Síntomas de la endometriosis: mucho más que dolor de regla

El síntoma más característico de la endometriosis es el dolor menstrual intenso, pero no es el único. De hecho, muchas mujeres lo sufren también fuera del periodo. El dolor puede ser agudo, punzante, persistente o irradiado a otras zonas.

Otros síntomas frecuentes incluyen:

  • Dolor durante o después de las relaciones sexuales (dispareunia).
  • Dolor pélvico crónico, no relacionado únicamente con la menstruación.
  • Dolor al defecar o al orinar, especialmente durante la regla.
  • Reglas muy abundantes (menorragia) o sangrado entre periodos.
  • Fatiga crónica y sensación de hinchazón abdominal.
  • Problemas gastrointestinales como diarrea, estreñimiento o náuseas.
  • Dificultad para quedarse embarazada.

No todas las mujeres presentan todos estos síntomas. Algunas tienen endometriosis avanzada sin apenas molestias, mientras que otras con lesiones mínimas sufren dolores incapacitantes. Por eso es fundamental no comparar casos ni restar importancia a ningún síntoma.

¿Por qué se produce la endometriosis?

A día de hoy no existe una causa única y clara para la endometriosis, aunque hay varias teorías que intentan explicarla. La más aceptada es la llamada menstruación retrógrada, que ocurre cuando parte del flujo menstrual, en lugar de salir por la vagina, regresa hacia la cavidad pélvica a través de las trompas de Falopio. Allí, las células del endometrio se adhieren a otros tejidos y comienzan a crecer.

Otras teorías apuntan a factores genéticos, alteraciones en el sistema inmunológico, e incluso a la metaplasia celómica, según la cual ciertas células fuera del útero pueden transformarse en tejido similar al endometrial bajo ciertas condiciones hormonales.

También se está investigando la influencia de factores ambientales, como la exposición a disruptores endocrinos, y se sabe que existe un componente hereditario: las mujeres con antecedentes familiares de endometriosis tienen más probabilidades de desarrollarla.

En cualquier caso, lo más importante es entender que no es culpa de la paciente, ni está relacionado con el estilo de vida o con “aguantar mejor o peor el dolor”. Es una condición médica real que requiere atención especializada.

Tipos de endometriosis según su localización

La endometriosis no afecta a todas las mujeres por igual. Dependiendo de la localización del tejido endometrial fuera del útero, se clasifica en distintos tipos:

  • Endometriosis superficial: se encuentra en la superficie del peritoneo (la membrana que recubre el interior del abdomen y la pelvis).
  • Endometriosis ovárica: provoca quistes en los ovarios llamados endometriomas o “quistes de chocolate”, por su contenido espeso y marrón oscuro.
  • Endometriosis profunda infiltrante: penetra en los órganos pélvicos, como vejiga, recto, ligamentos uterinos o incluso el intestino. Suele ser la más dolorosa.

Además, existe la adenomiosis, que aunque es una entidad distinta, a veces se asocia a la endometriosis. En este caso, el tejido endometrial crece dentro del músculo del útero, provocando un útero agrandado, reglas muy dolorosas y abundantes.

¿Cómo se diagnostica?

Uno de los grandes problemas de esta enfermedad es el retraso en el diagnóstico. En muchos casos, pasan entre 7 y 10 años desde la aparición de los primeros síntomas hasta que se confirma la endometriosis. Esto se debe a varios factores: la normalización del dolor menstrual, la falta de formación específica en algunos profesionales y la ausencia de una prueba diagnóstica definitiva sencilla.

El diagnóstico se basa en la historia clínica, la exploración ginecológica y pruebas de imagen. Las más útiles son:

  • Ecografía transvaginal: útil para detectar endometriomas o signos indirectos.
  • Resonancia magnética: permite ver lesiones profundas o afectación de otros órganos.
  • Laparoscopia diagnóstica: es el método más fiable. Permite visualizar directamente las lesiones e incluso tratarlas en el mismo acto quirúrgico.

En muchas ocasiones, se combina la imagen con biomarcadores y se considera el conjunto de síntomas, ya que no siempre se visualizan las lesiones de forma clara. Lo fundamental es escuchar a la paciente y valorar el dolor como un síntoma clave.

¿Qué tratamientos existen?

El tratamiento de la endometriosis debe adaptarse a cada caso, teniendo en cuenta la intensidad de los síntomas, el deseo de fertilidad, la edad y la localización de las lesiones. No hay un único enfoque válido, y en muchas ocasiones se combinan diferentes estrategias.

Las principales opciones terapéuticas incluyen:

  • Tratamiento hormonal: como los anticonceptivos orales combinados, el DIU con progestágenos, los análogos de la GnRH o los inhibidores de la aromatasa. El objetivo es reducir o detener el ciclo menstrual, frenando así el crecimiento del tejido endometrial.
  • Tratamiento analgésico: para aliviar el dolor, se utilizan antiinflamatorios no esteroideos (AINEs) como el ibuprofeno o el naproxeno. No solucionan la causa, pero ayudan a mejorar la calidad de vida.
  • Cirugía: se reserva para casos graves o cuando el tratamiento médico no es eficaz. La laparoscopia permite extirpar o coagular los implantes endometriósicos y liberar adherencias.
  • Acompañamiento psicológico: el impacto emocional de la endometriosis es profundo, y contar con apoyo psicológico mejora el afrontamiento y el bienestar general.

También se pueden incorporar terapias complementarias como fisioterapia de suelo pélvico, nutrición antiinflamatoria, acupuntura o técnicas de relajación, siempre bajo supervisión de profesionales especializados.

Endometriosis y fertilidad: ¿puedo quedarme embarazada?

La endometriosis puede dificultar el embarazo, pero no lo imposibilita. Se estima que entre un 30 % y un 50 % de las mujeres con esta enfermedad tienen problemas de fertilidad, sobre todo en los casos de endometriosis profunda o cuando hay afectación ovárica severa.

Las causas de esta infertilidad pueden ser múltiples: alteración de la ovulación, inflamación pélvica, adherencias que dificultan el paso del óvulo, o calidad ovocitaria reducida. Sin embargo, muchas mujeres consiguen quedarse embarazadas de forma natural o con ayuda de técnicas de reproducción asistida.

El tratamiento debe personalizarse. En algunos casos, puede ser útil operar previamente a la fecundación in vitro (FIV); en otros, es mejor no intervenir y acudir directamente a la reproducción asistida. Por eso es importante consultar con especialistas en fertilidad que trabajen de forma coordinada con el equipo ginecológico.

¿Se puede prevenir la endometriosis?

Hoy por hoy no existe una forma conocida de prevenir la aparición de la endometriosis. No hay una vacuna, ni una pauta clara que evite su desarrollo. Sin embargo, sí se puede actuar de forma precoz para evitar que avance y reducir su impacto.

Detectar los síntomas a tiempo, no normalizar el dolor menstrual y acudir a profesionales que tomen en serio las molestias son pasos clave. También es importante hacer revisiones periódicas y llevar un seguimiento adecuado si ya existe un diagnóstico.

Un estilo de vida saludable puede ayudar a mejorar la calidad de vida de las pacientes: alimentación equilibrada, ejercicio físico adaptado, control del estrés y evitar tóxicos como el tabaco o el alcohol.

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Vivir con endometriosis: impacto físico y emocional

La endometriosis no solo afecta al cuerpo, también a la mente. Vivir con dolor crónico, incertidumbre diagnóstica, tratamientos largos y problemas de fertilidad puede generar ansiedad, frustración, tristeza o incluso depresión.

Muchas mujeres sienten que su enfermedad no se ve, que no se les cree, o que tienen que justificar constantemente su dolor. Esto puede derivar en aislamiento, baja autoestima o abandono del entorno social y laboral.

Por eso, además del tratamiento médico, es esencial tener en cuenta el impacto emocional. Contar con una red de apoyo, compartir experiencias con otras mujeres, recibir atención psicológica y sentirse acompañada en el proceso marcan una gran diferencia.

Claves para el autocuidado y el seguimiento médico

El autocuidado es una parte fundamental del control de la endometriosis. Aunque el tratamiento médico es imprescindible, hay muchas decisiones cotidianas que pueden mejorar el día a día.

Algunas estrategias útiles incluyen:

  • Llevar un registro de síntomas para entender mejor los ciclos y anticiparse al dolor.
  • Identificar alimentos que puedan empeorar la inflamación y adaptar la dieta.
  • Practicar actividad física suave y regular, adaptada al nivel de energía.
  • Priorizar el descanso y cuidar los ritmos de sueño.
  • Buscar espacios de descanso emocional: leer, meditar, caminar sin prisa.

Además, es importante acudir a las revisiones médicas pautadas, comunicar cualquier cambio en los síntomas y no abandonar el tratamiento sin consultarlo previamente. La endometriosis es una carrera de fondo, y cada gesto cuenta.

La importancia del diagnóstico temprano y el acompañamiento profesional

Detectar la endometriosis a tiempo no solo alivia el dolor antes, también evita complicaciones mayores y mejora las posibilidades de tratamiento. Para ello, hace falta una escucha activa, una formación médica adecuada y un cambio de mentalidad social que deje de minimizar el dolor menstrual.

El acompañamiento profesional no debería limitarse al ginecólogo. Fisioterapeutas, nutricionistas, psicólogos y especialistas en fertilidad forman parte de un enfoque integral que mejora realmente la calidad de vida.

Hablar de endometriosis con claridad, con datos y con empatía es un paso fundamental para que ninguna mujer vuelva a pensar que su dolor “es normal” cuando no lo es. Porque el primer paso para cuidar de verdad es ser escuchada.