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Efluvio telógeno: una de las causas más comunes (y reversibles) de caída del cabello

jueves, 24 de julio de 2025

El efluvio telógeno es una de las causas más frecuentes de caída de cabello, pero también una de las menos conocidas. Suele aparecer de forma repentina, con una pérdida más abundante de lo habitual, sin calvas visibles y con un patrón difuso que afecta a toda la cabeza. Aunque puede resultar alarmante, en la mayoría de los casos es un proceso temporal y reversible.

Lo habitual es que comience a notarse entre uno y tres meses después de un desencadenante: una infección con fiebre, una operación quirúrgica, una etapa de mucho estrés o un cambio hormonal como el posparto. De pronto, el volumen del pelo disminuye, el cepillo se llena más de lo normal y empiezan las dudas. ¿Será por falta de hierro? ¿Tendrá que ver con el tiroides? ¿Se me va a quedar así?

No siempre es fácil distinguir esta caída de otras formas de alopecia, por eso conviene conocer cómo se comporta, qué factores pueden provocarla y cuándo merece la pena acudir a consulta médica. Detectarlo a tiempo evita preocupaciones innecesarias y permite valorar si es necesario hacer algún tipo de tratamiento.

¿Qué es el efluvio telógeno?

El cabello no crece de forma continua, sino que sigue un ciclo dividido en varias fases. La más larga es la fase anágena, que corresponde al crecimiento activo y puede durar varios años. Luego llega una fase de transición (catágena), y finalmente la fase telógena, en la que el pelo se mantiene en reposo antes de desprenderse de forma natural.

En condiciones normales, entre el 10 % y el 15 % del cabello está en esa última fase, lo que permite que la renovación capilar pase desapercibida. Sin embargo, cuando por alguna razón muchos folículos entran a la vez en fase telógena, se produce una caída repentina y más abundante: eso es lo que se conoce como efluvio telógeno.

Este tipo de caída tiene varias características que lo diferencian de otras formas de alopecia:

  • Es difusa, no se concentra en una zona concreta del cuero cabelludo.
  • No produce calvas redondeadas, como ocurre en la alopecia areata.
  • Se desencadena con cierto retraso, normalmente entre uno y tres meses después del factor que lo provoca.
  • Suele ser reversible, especialmente si se identifica y corrige la causa a tiempo.

Aunque puede parecer alarmante por la cantidad de pelo que se pierde, en la mayoría de los casos no hay daño permanente en los folículos. El cabello volverá a crecer, aunque el proceso de recuperación puede tardar varios meses.

Principales causas del efluvio telógeno

El efluvio telógeno no aparece porque sí. Detrás de esta caída repentina y difusa suele haber un desencadenante claro, aunque no siempre sea fácil de identificar a primera vista. En la mayoría de los casos, lo que provoca el cambio en el ciclo capilar ocurrió semanas o incluso meses antes de que comenzara la caída. Esto complica la asociación causa-efecto y puede generar confusión o preocupación innecesaria.

Lo que tienen en común todas estas causas es que representan un “estrés” para el organismo. Ese estrés no tiene por qué ser solo emocional: también puede ser físico, hormonal o metabólico. El cuerpo, al percibir esa alteración, reacciona provocando que una parte significativa de los folículos pilosos pasen a fase de reposo (telógena) de forma sincronizada.

Situaciones frecuentes que pueden desencadenarlo

Entre los desencadenantes más habituales se encuentran aquellas situaciones que alteran el equilibrio del cuerpo de forma brusca, ya sea a nivel físico, hormonal o emocional. 

  • Procesos febriles intensos o infecciones como la gripe o la COVID-19.
  • Cirugías recientes o periodos prolongados de hospitalización.
  • Cambios hormonales bruscos, como los que se producen tras el parto o al dejar anticonceptivos.
  • Pérdida rápida de peso o dietas muy restrictivas.
  • Estrés emocional intenso o prolongado.

En estos casos, el cabello empieza a caerse de forma llamativa entre 2 y 3 meses después del episodio desencadenante. No es inmediato, y eso es lo que suele desconcertar.

El papel de las carencias nutricionales

Otro factor clave que no siempre se tiene en cuenta son los déficits nutricionales. La falta de hierro, zinc, vitamina D o proteínas puede interferir en la salud del cabello, debilitando su crecimiento y favoreciendo la caída.

Estas carencias pueden ser consecuencia de una dieta desequilibrada, de problemas digestivos que dificultan la absorción, o de etapas de mayor demanda como el embarazo o la lactancia. En cualquier caso, conviene identificarlas con una analítica antes de recurrir a suplementos por cuenta propia.

¿Cuánto dura y cómo evoluciona?

La evolución del efluvio telógeno depende de la causa que lo ha provocado y de la respuesta del organismo. En la mayoría de los casos, se trata de un proceso agudo y autolimitado. La caída empieza unas semanas después del desencadenante, alcanza su punto máximo en el segundo o tercer mes, y luego disminuye de forma progresiva. Lo habitual es que la recuperación completa se produzca entre los tres y seis meses, sin dejar secuelas en el cuero cabelludo ni afectar al folículo.

Sin embargo, en algunas personas —especialmente en mujeres adultas— la caída puede mantenerse durante más tiempo, o aparecer en forma de brotes recurrentes. En ese caso, hablamos de efluvio telógeno crónico, una variante que se prolonga más allá de los seis meses y que suele requerir una evaluación más detallada. Puede estar relacionado con carencias nutricionales persistentes, alteraciones hormonales o incluso con una predisposición individual.

El ritmo de recuperación también puede variar. Aunque el folículo no está dañado y el pelo vuelve a crecer, la sensación de densidad no se recupera de forma inmediata. El nuevo cabello necesita tiempo para alcanzar su longitud habitual, por lo que muchas personas notan mejoría visual pasados varios meses desde que cesó la caída.

Cómo afecta a hombres y mujeres

Aunque el efluvio telógeno puede aparecer en cualquier persona, sin importar el sexo o la edad, hay diferencias en la forma en que se presenta y en cómo se vive.

En mujeres, es más frecuente y, en muchos casos, más evidente a nivel visual. Los cambios hormonales que se producen en etapas como el posparto, la perimenopausia o al dejar tratamientos anticonceptivos actúan como desencadenantes habituales. Además, muchas mujeres están más atentas a las variaciones en el volumen del cabello o a la caída durante el cepillado o lavado, lo que hace que se detecte antes y genere más preocupación.

En hombres, aunque el efluvio telógeno también puede producirse, se diagnostica con menos frecuencia. En parte, porque tiende a confundirse con otros tipos de alopecia, especialmente con la alopecia androgénica, que sí provoca una pérdida progresiva y localizada. Esto puede llevar a confusiones, sobre todo si ya hay antecedentes familiares de calvicie o una pérdida previa de densidad en las zonas frontales o coronilla.

Además, hay un componente emocional distinto. En mujeres, la caída del cabello suele tener un mayor impacto en la autoestima, mientras que en hombres puede pasar más desapercibida o normalizarse como parte del envejecimiento, incluso cuando se trata de una situación reversible como el efluvio telógeno.

Por eso, contar con una valoración médica adecuada resulta fundamental en ambos casos. Un diagnóstico preciso evita errores, tranquiliza y permite orientar el tratamiento si realmente es necesario.

¿Cómo se diagnostica?

El diagnóstico del efluvio telógeno no se basa únicamente en observar que se cae más pelo de lo habitual. Es necesario valorar el conjunto: cuándo empezó, cómo ha evolucionado, qué síntomas lo acompañan y si ha habido algún desencadenante previo.

En consulta, el primer paso es una entrevista clínica detallada. El dermatólogo o médico especialista preguntará por antecedentes personales, enfermedades recientes, intervenciones quirúrgicas, cambios hormonales, situaciones de estrés, pérdida de peso o cambios en la alimentación. También es frecuente que se indague sobre el uso de medicamentos o suplementos.

Después, se realiza una exploración del cuero cabelludo. Aquí se evalúa si la caída es difusa o localizada, si hay signos de inflamación, picor, descamación o zonas sin pelo. Cuando el patrón es compatible con efluvio telógeno, no suele haber calvas ni signos de daño permanente en los folículos.

En algunos casos, se recurre a herramientas complementarias como la tricoscopia, una técnica no invasiva que permite examinar el cabello y el cuero cabelludo con más detalle. Puede ayudar a confirmar que los folículos están intactos y que no hay signos de otros tipos de alopecia.

Además, suele solicitarse una analítica para comprobar si existen déficits nutricionales o alteraciones hormonales. Los parámetros más habituales incluyen hierro y ferritina, vitamina D, función tiroidea y, en mujeres, hormonas sexuales como la prolactina o los andrógenos.

No siempre se necesitan pruebas complejas. Lo más importante es que la valoración médica permita confirmar que se trata de una caída transitoria y reversible, y que no hay una patología de base que deba tratarse de forma específica.

Tratamiento del efluvio telógeno

No existe un único tratamiento para el efluvio telógeno, porque en realidad no se trata de una enfermedad como tal, sino de una respuesta del cuerpo ante un cambio o un impacto previo. Por eso, lo más importante es detectar qué lo ha desencadenado: una infección reciente, una cirugía, un cambio hormonal o una carencia nutricional. Una vez identificado el origen, suele bastar con corregirlo para que el cabello vuelva a crecer de forma progresiva.

En los casos agudos, lo habitual es que el pelo comience a recuperarse de manera espontánea a partir de los tres o cuatro meses, sin necesidad de tratamientos complejos. Aun así, durante ese tiempo es fundamental mantener una alimentación equilibrada, rica en hierro, proteínas, vitaminas del grupo B y otros micronutrientes que favorecen la salud capilar. También conviene evitar prácticas agresivas como decoloraciones, alisados o el uso excesivo de calor sobre el cabello.

Cuando el efluvio se prolonga más de seis meses o se repite en brotes, el enfoque debe ser más específico. En estos casos, el dermatólogo puede solicitar una analítica completa para descartar déficits de hierro, zinc o vitamina D, así como valorar alteraciones hormonales o enfermedades tiroideas. Si hay carencias, se pautan suplementos adaptados. Si no las hay, puede recurrirse a tratamientos complementarios como la mesoterapia capilar, las lociones estimulantes o, en casos seleccionados, el plasma rico en plaquetas (PRP).

El seguimiento profesional es clave para evitar que una caída temporal se convierta en una fuente de ansiedad mantenida o, peor aún, en un diagnóstico erróneo. No todos los tratamientos sirven para todos los tipos de caída, y por eso el consejo médico individualizado marca la diferencia.

Efluvio postparto: una situación habitual

Durante el embarazo, muchas mujeres notan que su pelo está más fuerte, brillante y abundante. Esto no es casualidad: los niveles altos de estrógenos prolongan la fase de crecimiento del cabello, lo que hace que se caiga menos de lo habitual. Pero una vez que el embarazo termina y las hormonas vuelven poco a poco a sus niveles normales, se produce el efecto contrario.

Alrededor de dos o tres meses después del parto, muchas mujeres experimentan una caída intensa y repentina del cabello. Es lo que se conoce como efluvio telógeno postparto. No es una enfermedad ni un signo de que algo va mal: simplemente, el cabello que se había “retenido” durante el embarazo entra en fase de caída de forma sincronizada.

Aunque puede resultar muy llamativo —y generar bastante angustia—, es una situación fisiológica que forma parte del posparto. El volumen capilar puede disminuir de forma visible, sobre todo en la zona de las sienes y la línea frontal, pero lo habitual es que se recupere de forma progresiva en un plazo de entre seis y doce meses.

No suele requerir tratamiento, más allá de mantener una buena alimentación, evitar prácticas agresivas sobre el cabello y tener paciencia. En casos en los que la caída persiste más allá del año o coincide con síntomas de cansancio extremo, alteraciones menstruales o problemas tiroideos, conviene realizar una valoración médica para descartar causas añadidas.

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Cuándo acudir a un especialista

No toda caída de cabello es motivo de alarma. Perder entre 50 y 100 cabellos al día entra dentro de lo normal, y hay épocas —como el otoño o la primavera— en las que puede aumentar ligeramente sin que eso indique un problema. Sin embargo, cuando la pérdida se vuelve más evidente o prolongada, es importante consultar con un dermatólogo.

Una señal clara es notar que el volumen del cabello ha disminuido en poco tiempo, especialmente si ocurre de forma repentina. También conviene pedir cita si la caída dura más de tres o cuatro meses, o si viene acompañada de síntomas como picor, descamación o sensación de tirantez en el cuero cabelludo.

Otro motivo para acudir al especialista es la presencia de zonas con menor densidad o aclaramiento visible, aunque no haya calvas redondeadas. En el caso de las mujeres, es especialmente recomendable consultar si coincide con alteraciones menstruales, cambios hormonales o antecedentes de problemas tiroideos.

En hombres, muchas veces se normaliza la pérdida de densidad como algo inevitable, pero si la caída es brusca, afecta a todo el cuero cabelludo o se produce tras una enfermedad o un tratamiento, también merece una valoración profesional.

Cuanto antes se identifique el origen, más fácil será actuar. Un diagnóstico preciso evita tratamientos innecesarios, tranquiliza y permite establecer pautas realistas de recuperación.