¿Qué factores aumentan el riesgo de padecer DMAE?
La degeneración macular asociada a la edad no aparece de forma aleatoria. Aunque el envejecimiento es el principal desencadenante, existen otros factores que pueden influir en su aparición o acelerar su evolución. Algunos son inevitables, como la edad o los antecedentes familiares, pero otros pueden modificarse con cambios en el estilo de vida.
Conocerlos permite no solo estar más alerta, sino también adoptar medidas preventivas desde etapas tempranas.
Factores de riesgo más frecuentes
- Edad avanzada: es el factor más determinante. A partir de los 60 años, el riesgo de DMAE aumenta de forma considerable.
- Tabaquismo: fumar deteriora los vasos sanguíneos de la retina y duplica la probabilidad de desarrollar la enfermedad.
- Antecedentes familiares: tener familiares directos con DMAE incrementa el riesgo por predisposición genética.
- Hipertensión arterial y colesterol elevado: ambas condiciones afectan a la salud vascular de la retina.
- Dieta pobre en antioxidantes: una alimentación baja en frutas, verduras y ácidos grasos omega-3 puede favorecer la progresión de la DMAE.
A esto se suma la exposición prolongada al sol sin protección ocular, el sedentarismo y el sobrepeso, que también se asocian a un mayor deterioro macular. Adoptar una dieta rica en nutrientes, dejar el tabaco, controlar la tensión y cuidar la salud cardiovascular no solo ayuda a prevenir la DMAE, sino que mejora el pronóstico si ya se ha iniciado el proceso.
¿Cómo se diagnostica la DMAE?
El diagnóstico de la degeneración macular asociada a la edad se realiza en la consulta de oftalmología mediante una serie de exploraciones específicas que permiten valorar el estado de la mácula y detectar cualquier signo precoz de deterioro. En muchos casos, el paciente acude por notar visión borrosa, distorsión de las líneas rectas o una mancha en el centro del campo visual, pero también es frecuente que la enfermedad se descubra en una revisión rutinaria antes de que aparezcan síntomas evidentes.
La exploración comienza con un examen del fondo de ojo, que permite observar directamente la retina y la mácula utilizando instrumentos que amplifican la imagen. Si el especialista sospecha que puede tratarse de una DMAE, solicitará pruebas complementarias que ayuden a confirmar el diagnóstico y a determinar el tipo y el grado de afectación.
Una de las técnicas más utilizadas es la tomografía de coherencia óptica (OCT), que ofrece imágenes en alta resolución de las distintas capas de la retina. Esta prueba resulta especialmente útil para detectar la acumulación de líquido, el adelgazamiento de la mácula o la presencia de drusas. En los casos en los que se sospecha una DMAE húmeda, también puede indicarse una angiografía con fluoresceína o con verde de indocianina, que permite visualizar los vasos sanguíneos y detectar si hay neovascularización.
Además, el oftalmólogo puede usar la rejilla de Amsler, una herramienta sencilla que ayuda a identificar distorsiones en la visión central. Esta prueba, que también puede realizarse en casa, es útil para controlar la evolución de la enfermedad entre consulta y consulta.
Tratamientos disponibles: ¿se puede frenar la degeneración macular?
El tratamiento de la degeneración macular asociada a la edad varía según el tipo de DMAE diagnosticado y el momento en el que se detecta. Aunque no existe una cura definitiva, los avances en oftalmología han permitido frenar su progresión e incluso mejorar la calidad visual en muchos casos, especialmente cuando el control es precoz. Por eso, conocer las opciones disponibles y mantener un seguimiento riguroso es fundamental para conservar la visión durante el mayor tiempo posible.
DMAE seca y DMAE húmeda: dos abordajes diferentes
En la DMAE seca, que es la forma más común pero también más lenta, no existe un tratamiento farmacológico que revierta el daño. Sin embargo, algunos estudios han demostrado que ciertos complementos nutricionales pueden ralentizar su evolución. Los llamados tratamientos con vitaminas para la DMAE —basados en las guías AREDS y AREDS2— incluyen antioxidantes como la luteína, la zeaxantina, el zinc o las vitaminas C y E, con el objetivo de reducir el impacto del estrés oxidativo sobre las células de la retina. Esta suplementación, combinada con una dieta rica en vegetales, pescado azul y frutos secos, puede ser especialmente útil en personas con drusas grandes o afectación bilateral.
En la DMAE húmeda, el enfoque cambia por completo. Es una forma más agresiva, que puede provocar una pérdida visual rápida si no se actúa a tiempo. El tratamiento más eficaz son las inyecciones intravítreas con fármacos antiangiogénicos, también conocidos como anti-VEGF. Esta medicación para la degeneración macular húmeda se administra directamente en el ojo y bloquea la formación de vasos sanguíneos anómalos bajo la mácula. Gracias a este tratamiento, muchas personas logran estabilizar la visión e incluso mejorarla parcialmente tras varias aplicaciones. El proceso es seguro, aunque requiere constancia, ya que las inyecciones se repiten con una frecuencia inicial elevada, que luego se va espaciando según la respuesta del paciente.
En algunos casos muy concretos, pueden considerarse otras opciones como la fotocoagulación con láser o la terapia fotodinámica, aunque su uso ha quedado relegado a situaciones específicas. Por otro lado, las personas con una pérdida visual más avanzada pueden beneficiarse de ayudas ópticas especiales y de programas de rehabilitación visual, que permiten aprovechar al máximo la visión útil y mantener una buena calidad de vida.
Además del tratamiento médico, saber cómo frenar la degeneración macular también implica adoptar hábitos saludables. Dejar de fumar, proteger los ojos del sol con gafas homologadas, controlar la presión arterial y seguir una dieta adecuada son medidas que refuerzan el efecto del tratamiento y mejoran el pronóstico a largo plazo.