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Degeneración macular asociada a la edad (DMAE): síntomas, causas y tratamiento

martes, 26 de agosto de 2025

La degeneración macular asociada a la edad, conocida como DMAE, es una de las principales causas de pérdida de visión en personas mayores de 60 años. No causa ceguera total, pero sí puede afectar de forma significativa a la visión central, dificultando tareas tan cotidianas como leer, conducir o reconocer rostros. Lo más preocupante es que muchas veces evoluciona sin dolor ni señales evidentes en las primeras fases, lo que retrasa su detección y complica el tratamiento.

Esta patología afecta a la mácula, una pequeña parte de la retina encargada de la visión detallada y central. Con el tiempo, las células de esta zona pueden deteriorarse, acumulando desechos o desarrollando vasos sanguíneos anómalos que alteran el funcionamiento normal del ojo. Aunque no tiene cura, existen tratamientos eficaces que pueden frenar su progresión si se diagnostica a tiempo. Por eso es fundamental conocer cómo se presenta, qué factores de riesgo hay y cuándo acudir a consulta.

La DMAE puede tener un impacto emocional importante, sobre todo cuando se combina con otras limitaciones propias de la edad. Mantener una actitud activa, seguir los controles oftalmológicos y conocer las opciones terapéuticas disponibles permite conservar una buena calidad de vida incluso en fases avanzadas.

¿Qué es la DMAE y por qué afecta a la visión central?

La degeneración macular asociada a la edad es una enfermedad degenerativa que afecta directamente a la mácula, el área central de la retina. Esta región es la responsable de proporcionarnos una visión nítida y detallada, necesaria para actividades como leer, ver la televisión o identificar caras.

Con la edad, las células de la mácula pueden empezar a deteriorarse. Este daño altera la percepción de los detalles en el centro del campo visual, mientras que la visión periférica suele mantenerse intacta. Por eso, aunque las personas con DMAE no suelen quedarse completamente ciegas, sí pueden perder la capacidad de realizar muchas actividades de forma autónoma.

La enfermedad suele aparecer de forma progresiva y puede manifestarse de dos formas principales: la DMAE seca y la DMAE húmeda, cada una con un comportamiento y un pronóstico diferente.

Tipos de degeneración macular: seca y húmeda

La degeneración macular asociada a la edad puede manifestarse de dos formas distintas, cada una con características, evolución y tratamiento diferentes. Conocer esta diferencia es importante, ya que el pronóstico y el seguimiento varían considerablemente en función del tipo de DMAE que se diagnostique.

DMAE seca (atrófica)

Es la forma más común, representando alrededor del 85-90 % de los casos. Se caracteriza por un adelgazamiento progresivo de la mácula y la acumulación de unos depósitos amarillentos llamados drusas, que se sitúan bajo la retina. Con el paso del tiempo, estos cambios pueden provocar la pérdida gradual de las células responsables de la visión central.

La DMAE seca suele evolucionar lentamente y permite conservar una buena parte de la visión durante años, especialmente si se detecta en fases iniciales. Sin embargo, no por ello debe minimizarse su importancia: el control oftalmológico regular es clave para evitar que progrese a formas más graves o derive en una DMAE húmeda.

DMAE húmeda (exudativa)

Aunque menos frecuente, la forma húmeda es más agresiva y requiere atención inmediata. En este caso, se produce el crecimiento anómalo de vasos sanguíneos bajo la mácula, un proceso conocido como neovascularización coroidea. Estos vasos son frágiles y tienden a sangrar o filtrar líquido, lo que provoca una inflamación y daño rápido en las capas sensibles de la retina.

La pérdida de visión central puede aparecer en cuestión de días o semanas, por lo que es fundamental acudir al oftalmólogo ante cualquier cambio repentino en la percepción visual. El tratamiento precoz con medicamentos antiangiogénicos puede frenar el avance y, en muchos casos, recuperar parte de la visión afectada.

¿Cuáles son los síntomas de la DMAE?

Los síntomas de la degeneración macular asociada a la edad pueden variar según el tipo de DMAE y el grado de afectación, pero suelen compartir un elemento común: afectan a la visión central, esa que usamos para leer, conducir, coser o reconocer rostros. En las primeras fases, muchas personas no notan cambios importantes, especialmente si la enfermedad solo afecta a un ojo. Por eso, la DMAE puede avanzar de forma silenciosa hasta que la pérdida visual se vuelve evidente y limita actividades cotidianas.

La detección precoz es clave para frenar su evolución, sobre todo en la forma húmeda, que puede progresar rápidamente.

Principales síntomas de la degeneración macular

  • Visión borrosa o pérdida de nitidez en el centro del campo visual: es uno de los primeros síntomas. Las letras parecen menos claras, cuesta enfocar al leer y las caras pierden definición.
  • Dificultad para realizar tareas detalladas: actividades como enhebrar una aguja, escribir a mano o consultar el móvil pueden requerir más esfuerzo del habitual.
  • Distorsión visual (metamorfopsia): las líneas rectas pueden verse torcidas o con ondulaciones, lo que genera una sensación anómala al mirar objetos cotidianos como marcos de puertas, baldosas o textos impresos.
  • Mayor sensibilidad a los cambios de luz: muchas personas con DMAE refieren que necesitan más iluminación para leer o que les cuesta adaptarse al pasar de espacios claros a oscuros.
  • Presencia de una mancha central o zona oscura: en fases más avanzadas, aparece un punto borroso o una sombra en el centro de la visión (escotoma central), que no desaparece y dificulta fijar la vista.
  • Alteraciones en la percepción del color: aunque menos común, algunas personas notan que los colores se ven más apagados o menos intensos.

Es importante tener en cuenta que estos síntomas pueden desarrollarse de forma progresiva o repentina, y no siempre afectan a ambos ojos por igual. De hecho, cuando solo un ojo está afectado, el otro puede compensar la pérdida visual durante un tiempo, retrasando la detección del problema. Por eso, se recomienda comprobar la visión de cada ojo por separado, tapando uno y observando si hay alteraciones en la imagen.

¿Qué factores aumentan el riesgo de padecer DMAE?

La degeneración macular asociada a la edad no aparece de forma aleatoria. Aunque el envejecimiento es el principal desencadenante, existen otros factores que pueden influir en su aparición o acelerar su evolución. Algunos son inevitables, como la edad o los antecedentes familiares, pero otros pueden modificarse con cambios en el estilo de vida.

Conocerlos permite no solo estar más alerta, sino también adoptar medidas preventivas desde etapas tempranas.

Factores de riesgo más frecuentes

  • Edad avanzada: es el factor más determinante. A partir de los 60 años, el riesgo de DMAE aumenta de forma considerable.
  • Tabaquismo: fumar deteriora los vasos sanguíneos de la retina y duplica la probabilidad de desarrollar la enfermedad.
  • Antecedentes familiares: tener familiares directos con DMAE incrementa el riesgo por predisposición genética.
  • Hipertensión arterial y colesterol elevado: ambas condiciones afectan a la salud vascular de la retina.
  • Dieta pobre en antioxidantes: una alimentación baja en frutas, verduras y ácidos grasos omega-3 puede favorecer la progresión de la DMAE.

A esto se suma la exposición prolongada al sol sin protección ocular, el sedentarismo y el sobrepeso, que también se asocian a un mayor deterioro macular. Adoptar una dieta rica en nutrientes, dejar el tabaco, controlar la tensión y cuidar la salud cardiovascular no solo ayuda a prevenir la DMAE, sino que mejora el pronóstico si ya se ha iniciado el proceso.

¿Cómo se diagnostica la DMAE?

El diagnóstico de la degeneración macular asociada a la edad se realiza en la consulta de oftalmología mediante una serie de exploraciones específicas que permiten valorar el estado de la mácula y detectar cualquier signo precoz de deterioro. En muchos casos, el paciente acude por notar visión borrosa, distorsión de las líneas rectas o una mancha en el centro del campo visual, pero también es frecuente que la enfermedad se descubra en una revisión rutinaria antes de que aparezcan síntomas evidentes.

La exploración comienza con un examen del fondo de ojo, que permite observar directamente la retina y la mácula utilizando instrumentos que amplifican la imagen. Si el especialista sospecha que puede tratarse de una DMAE, solicitará pruebas complementarias que ayuden a confirmar el diagnóstico y a determinar el tipo y el grado de afectación.

Una de las técnicas más utilizadas es la tomografía de coherencia óptica (OCT), que ofrece imágenes en alta resolución de las distintas capas de la retina. Esta prueba resulta especialmente útil para detectar la acumulación de líquido, el adelgazamiento de la mácula o la presencia de drusas. En los casos en los que se sospecha una DMAE húmeda, también puede indicarse una angiografía con fluoresceína o con verde de indocianina, que permite visualizar los vasos sanguíneos y detectar si hay neovascularización.

Además, el oftalmólogo puede usar la rejilla de Amsler, una herramienta sencilla que ayuda a identificar distorsiones en la visión central. Esta prueba, que también puede realizarse en casa, es útil para controlar la evolución de la enfermedad entre consulta y consulta.

Tratamientos disponibles: ¿se puede frenar la degeneración macular?

El tratamiento de la degeneración macular asociada a la edad varía según el tipo de DMAE diagnosticado y el momento en el que se detecta. Aunque no existe una cura definitiva, los avances en oftalmología han permitido frenar su progresión e incluso mejorar la calidad visual en muchos casos, especialmente cuando el control es precoz. Por eso, conocer las opciones disponibles y mantener un seguimiento riguroso es fundamental para conservar la visión durante el mayor tiempo posible.

DMAE seca y DMAE húmeda: dos abordajes diferentes

En la DMAE seca, que es la forma más común pero también más lenta, no existe un tratamiento farmacológico que revierta el daño. Sin embargo, algunos estudios han demostrado que ciertos complementos nutricionales pueden ralentizar su evolución. Los llamados tratamientos con vitaminas para la DMAE —basados en las guías AREDS y AREDS2— incluyen antioxidantes como la luteína, la zeaxantina, el zinc o las vitaminas C y E, con el objetivo de reducir el impacto del estrés oxidativo sobre las células de la retina. Esta suplementación, combinada con una dieta rica en vegetales, pescado azul y frutos secos, puede ser especialmente útil en personas con drusas grandes o afectación bilateral.

En la DMAE húmeda, el enfoque cambia por completo. Es una forma más agresiva, que puede provocar una pérdida visual rápida si no se actúa a tiempo. El tratamiento más eficaz son las inyecciones intravítreas con fármacos antiangiogénicos, también conocidos como anti-VEGF. Esta medicación para la degeneración macular húmeda se administra directamente en el ojo y bloquea la formación de vasos sanguíneos anómalos bajo la mácula. Gracias a este tratamiento, muchas personas logran estabilizar la visión e incluso mejorarla parcialmente tras varias aplicaciones. El proceso es seguro, aunque requiere constancia, ya que las inyecciones se repiten con una frecuencia inicial elevada, que luego se va espaciando según la respuesta del paciente.

En algunos casos muy concretos, pueden considerarse otras opciones como la fotocoagulación con láser o la terapia fotodinámica, aunque su uso ha quedado relegado a situaciones específicas. Por otro lado, las personas con una pérdida visual más avanzada pueden beneficiarse de ayudas ópticas especiales y de programas de rehabilitación visual, que permiten aprovechar al máximo la visión útil y mantener una buena calidad de vida.

Además del tratamiento médico, saber cómo frenar la degeneración macular también implica adoptar hábitos saludables. Dejar de fumar, proteger los ojos del sol con gafas homologadas, controlar la presión arterial y seguir una dieta adecuada son medidas que refuerzan el efecto del tratamiento y mejoran el pronóstico a largo plazo.

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¿Qué hacer si me han diagnosticado DMAE?

Recibir un diagnóstico de degeneración macular puede generar angustia o miedo, especialmente cuando se piensa en la pérdida de independencia. Sin embargo, conocer bien la enfermedad y seguir las indicaciones del oftalmólogo permite mantener una buena calidad de vida durante muchos años.

  • Acude a revisiones periódicas.
  • Sigue el tratamiento indicado, especialmente si estás en fase húmeda.
  • No descuides tu salud general: controlar la tensión arterial, el colesterol y dejar de fumar es clave.
  • Protege tus ojos con gafas de sol adecuadas.
  • Adopta una dieta rica en frutas, verduras y pescado azul.

DMAE y calidad de vida: ¿cómo adaptarse?

Recibir el diagnóstico de una degeneración macular puede generar incertidumbre, frustración o incluso miedo. Es normal: perder visión central implica cambiar la forma de enfrentarse al día a día. Leer, cocinar, manejar el móvil o simplemente reconocer caras pueden convertirse en tareas más complejas. Sin embargo, vivir con DMAE no significa renunciar a la autonomía ni a la calidad de vida. Con información, apoyo y las herramientas adecuadas, muchas personas logran adaptarse a los cambios y mantener su rutina con normalidad.

Aceptar la enfermedad es un proceso que lleva tiempo. Cada caso es distinto: hay quien apenas nota limitaciones durante años, y quien necesita adaptar su entorno desde el primer momento. Lo importante es no quedarse sola o solo en ese proceso. La intervención de profesionales, tanto en oftalmología como en rehabilitación visual, marca una gran diferencia.

Recursos para mantener la autonomía

Existen dispositivos ópticos y electrónicos diseñados para mejorar el aprovechamiento de la visión residual. Desde lupas iluminadas hasta sistemas de aumento digital, pasando por aplicaciones móviles que leen textos en voz alta o ajustan el contraste de pantalla, la tecnología ofrece soluciones cada vez más accesibles para personas con baja visión. Además, los programas de rehabilitación visual ayudan a entrenar la visión periférica, aprender estrategias de orientación y recuperar seguridad en el entorno cotidiano.

No hay que olvidar el impacto emocional que puede tener la pérdida de visión. El apoyo psicológico puede ser muy útil para manejar la ansiedad, la dependencia o la sensación de pérdida. Hablar con otras personas que viven con DMAE, compartir experiencias o recurrir a asociaciones de pacientes también puede aliviar esa carga.

¿Cuándo consultar con el oftalmólogo?

Cualquier cambio en la visión central, por leve que sea, debe ser motivo de consulta. Si las líneas rectas se ven torcidas, cuesta leer con claridad o aparece una zona borrosa en el centro del campo visual, es importante acudir al oftalmólogo lo antes posible. En el caso de la DMAE húmeda, el tiempo es clave: actuar rápido puede evitar una pérdida irreversible de visión.

También conviene realizar revisiones periódicas a partir de los 60 años, aunque no haya síntomas, especialmente si existen antecedentes familiares o factores de riesgo. La detección precoz permite empezar el tratamiento en fases iniciales, cuando todavía es posible frenar el deterioro y conservar una buena calidad visual.