Hay enfermedades que, por su rareza o por lo silenciosas que son en sus primeras fases, pasan desapercibidas durante mucho tiempo. El cáncer de vesícula biliar es una de ellas. No es de los más frecuentes, no suele aparecer en los titulares y, sin embargo, cuando se diagnostica, muchas veces ya está avanzado. Lo que complica el tratamiento y reduce las posibilidades de curación.
A diferencia de otros tipos de cáncer más conocidos, este tipo de tumor puede estar presente durante meses sin causar síntomas evidentes. En ocasiones, se detecta por casualidad, al realizar una ecografía por otros motivos o durante una cirugía de vesícula. Esto hace que su diagnóstico temprano sea un verdadero reto para el personal médico.
Aunque no podemos evitar todos los factores que influyen en su aparición, sí podemos conocer mejor cómo se presenta, en qué personas hay que estar más alerta y cuáles son las señales que deberían hacernos consultar con un profesional. Saber más sobre el cáncer de vesícula biliar no solo es útil para quienes ya conviven con problemas digestivos: también puede ser una herramienta para actuar a tiempo.
¿Qué es el cáncer de vesícula biliar?
La vesícula biliar es un pequeño órgano con forma de pera, situado justo debajo del hígado. Su función principal es almacenar la bilis, un líquido que ayuda a digerir las grasas. Cuando hablamos de cáncer de vesícula, nos referimos a un crecimiento anormal de células en este órgano, que puede empezar en el revestimiento interno y avanzar hacia otras capas o incluso extenderse a órganos cercanos.
Se trata de un cáncer poco común, pero con una evolución rápida si no se detecta a tiempo. Su localización profunda en el abdomen y la ausencia de síntomas claros en las primeras fases contribuyen a que, en muchos casos, el diagnóstico llegue tarde.